Hoy en día es más fácil escuchar mentiras que alguna verdad. Son pocas las personas que son capaces de decir siempre la verdad, y, cuando es así, nos parece tan extraño que pensamos que debe de tener algún tipo de patología.
Nos mienten los políticos, las redes sociales, los medios de comunicación, en el trabajo, en las relaciones de pareja…¡Es más! Es sorprendente que, cuando alguien dice “yo nunca miento”, sea esa misma persona la que pueda llegar a ser un mentiroso compulsivo.
Pero lo peor de todo es que nos mentimos a nosotros mismos constantemente. Nos hacemos creer que estamos bien, que nuestra pareja es perfecta, aunque todas las pruebas nos digan lo contrario, que trabajar todo el día es lo normal, que tener problemas es lógico y que somos algo que realmente no somos.
Y así, interminablemente, hasta que llega un día en que, de tanto engañarnos, estallamos y acudimos a la consulta de un médico para que nos proporcione tranquilizantes, pastillas para dormir, y para seguir viviendo esta vida de mentira.
Pero la realidad es que admitir que algo no te gusta, que no puedes con una situación, un trabajo, una amistad o una relación es de valientes. En cambio, preferimos seguir auto engañándonos antes de admitir que ya no queremos estar más en ese lugar, o con esa persona, o tolerar una actitud que nos es dañina.
Pero, eso sí, delante de nuestros amigos, compañeros de trabajo o familiares, sacamos pecho para decir todo lo contrario. Esa es la razón por la que la mayoría de las personas ya no pueden mirarse al espejo, porque cuando se miran en él son incapaces de reconocerse.
Y así podemos seguir el resto de nuestra vida hasta que somos conscientes de que vivimos una vida de mentira, de autoengaño y de inconsciencia.
¡Deja de ser Pinocho, por favor! Y aprende a mirarte en el espejo para reconocerte a ti mismo, para saber quién eres en realidad y lo que quieres de esta vida.
Aprende a gritar a los cuatro vientos que ya no quieres estar más en esa relación, que te aburre ese amigo al que ya no soportas, o que simplemente no quieres continuar aguantando a tu jefe. Porque una mañana, no muy lejana a la de hoy, ya no te quedará tiempo para hacerlo, y entonces, en tu lecho de muerte, mirarás a tu interior y verás que toda tu vida fue una gran mentira.
¿Te arriesgas a no seguir hipotecando tu existencia?