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Miedo a los ruidos

Un problema muy frecuente en algunos perros es el miedo que tienen a los ruidos fuertes, como el de los petardos, las tormentas o algún otro sonido inesperado. Hay animales a los que los ruidos fuertes afectan más, como por ejemplo los collies -que tienen un oído muy fino-, aunque en realidad cualquier perro puede ser sensible a este problema.

El perro con fobia al ruido, al oír un sonido fuerte y repentino, puede actuar de diferentes formas, dependiendo de la situación. Si está en la calle, puede intentar huir, con el consiguiente peligro de que se escape, cruce la calle, o se pierda. Si está en casa, procurará esconderse debajo de las camas o en un algún lugar donde se sienta seguro, como por ejemplo, detrás de un sofá o dentro de un armario. Si la ansiedad producida por el miedo es muy fuerte, y sobre todo si está solo, incluso puede llegar a destruir objetos que estén a su alcance.

Todo perro está acostumbrado a una serie de ruidos que escucha cotidianamente, por eso, los sonidos desconocidos y estruendosos e inesperados, que ocurren sólo ocasionalmente, pueden asustarlo. Hay que tener en cuenta que sonidos como la detonación de los petardos o de los fuegos artificiales, normalmente ocurren de forma esporádica, y el retumbar de los truenos durante las tormentas es impredecible.

Cuando ocurre un episodio de pánico en casa, es recomendable mostrarse tranquilo y dejar que el perro se refugie donde crea más seguro, sin prestarle demasiada atención. Si se le acaricia y se le compadece, estaremos reforzando su conducta temerosa. En la calle, hay que llevarlo siempre atado, ya que es difícil prever cuando puede detonar un sonido fuerte, como el del tubo de escape de un vehículo o el cierre de una persiana metálica.

Es por eso que el miedo a los ruidos es un problema difícil de tratar, ya que la terapia de desensibilización es muy compleja, al no poder controlar los sonidos que existen en el entorno del perro, especialmente en las ciudades. Como tratamiento. lo mejor es la prevención: hay que acostumbrar al perro, desde cachorro, a la gran mayoría de estímulos sonoros que podrá encontrarse a lo largo de su vida. De todas maneras, para los casos graves, existen feromonas de apaciguamiento y calmantes suaves que siempre deberá prescribir un veterinario.

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