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Método y resultado

lunes 28 de julio de 2014, 18:44h

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Mido 171 cm. Si me pongo de puntillas, llego a 173cm, y si tengo el día taciturno, 170 cm.

Es evidente, pues, que por más que me empeñe en adulterar la escala, o me mida en ayunas, o me cuelgue de los tobillos para ver si me estiro, mi altura es la que es y no la que a mi me gustaría que fuera.

¿Soy alto? Depende. Para la estatura media de las tribus pigmeas de África, podría ser una suerte de alto y robusto hombre del norte. Sin embargo, si se me compara con un equipo de baloncesto, soy poco más alto que el balón con el que juegan.

No obstante, tanto para los bajitos pigmeos como para los espigados deportistas yo sigo midiendo lo mismo. 171 cm.

Y es que una cosa son los datos y otra cómo se interpretan. Pero por muy elaborada, sesuda y rutilante que sea la interpretación, los datos permanecen inalterables.

Y si hablamos de datos, nos encontramos con los que ha puesto encima de la mesa la publicación de las balanzas fiscales en este tan trillado Estado de las Autonomías. Cada uno de nosotros pagamos 1.329 euros hasta la absurda cifra de 1.483 millones de euros al año, para financiar servicios en otras zonas del Estado. Solidaridad interterritorial, o cohesión territorial, o no sé qué otros eufemismos se utilizan para no decir expolio fiscal.

A cambio de esta generosa solidaridad interterritorial, las Baleares son la segunda Comunidad peor financiada del Estado.

Estos son los datos. No por sabidos son menos irritantes.

Yo estoy absolutamente de acuerdo con la redistribución de la riqueza. Creo firmemente en ella tanto a nivel territorial como a nivel del sistema tributario, que debe ser progresivo con una clara finalidad redistributiva.

Pero detengámonos un momento y reflexionemos sobre todo esto.

El AVE atraviesa Andalucía, Castilla la Mancha, Castilla y León y Extremadura, por poner solo algunos ejemplos paradigmáticos. Aquí parte de nuestros trenes van aun con gas-oil, y eso es cuando van.

No quiero hablar del aeropuerto de Puertollano porque no me quiero enfadar.

Las mejores autopistas, las mejores prestaciones sociales, atención bucodental gratuita para niños de 6 a 15 años…

¿Está mal que las CCAA deficitarias tengan lo mejor de lo mejor? No, no está mal. Lo que está mal es que mientras ellos disponen de lo mejor de lo mejor con recursos que no generan, los ciudadanos que financian esos servicios se vean abocados a no poder financiarse los suyos propios. Páguense ustedes un billete de avión a Madrid, Valencia o Barcelona en invierno y desde Menorca, si tienen lo que hay que tener… Solo por poner un ejemplo de temeridad.

La catastrófica situación financiera y de servicios de nuestra Comunidad no solo viene por gestiones más o menos calamitosas de unos y de otros. Proviene fundamentalmente de una pésima financiación de las dos partidas más importantes de nuestros presupuestos anuales, Educación y Sanidad, financiación perpetrada por el héroe de Bankia, Don Rodrigo Rato, en las transferencias del año 2.000. “Fuera hace mucho frio”, fue su frase.

Mientras aquí tenemos que recortar o suprimir servicios, estamos financiando en otras partes servicios que de siempre han sido mucho mejores que los que hemos podido tener aquí.

Las inversiones del Estado en Baleares deberían sonrojarles, si tuvieran vergüenza.

Pero claro, como les decía, los datos son los datos.

Balears tiene un millón y pico de habitantes y aporta 8 diputados al Congreso, en una distribución que nuca variará mucho del 4-4 ó 5-3. Es decir, PP y PSOE se juegan aquí como máximo un diputado arriba o abajo.

Andalucía tiene unos ocho millones y medio de habitantes y aporta 60 diputados. La distribución actual es de 33 diputados para el PP, 25 para el PSOE y 2 para IU, jugándose provincia a provincia buena parte de la mayoría de gobierno del Estado.

Y dados esos datos, la interpretación viene sola: a los cuatro gatos de las Balears que les vayan dando, porque el cobre, amiguete, nos lo jugamos en Andalucía. Es en Andalucía, en Castilla la Mancha, en Extremadura, en Valencia, donde los grandes partidos se juegan el ser o no ser.

Y en sus trifulcas y batallas disparan con la pólvora que pagamos los pelagatos de estas islas. Es cierto que la factura de esas batallas no las pagamos solos. Hay más gente a la que se le queda cara de tonto cuando ve las cifras.

Pero creo que por el mero hecho de ser islas, por no tener alternativas de transporte ni ferroviario ni por carretera, por el especial encarecimiento para las materias primas y para el comercio, por la presión urbanística, territorial y ambiental que genera el turismo y por todo lo que aportamos nos mereceríamos un poco más de atención, un poco más de respeto y un poco menos de desvergüenza.

Porque, y eso es un dato, no una interpretación, a fuerza de no pintar nada, de que nos tomen el pelo y de ir a Madrid con la genuflexión propia del vasallo (me da igual el color político aquí o allí) hemos acabado siendo los pagafantas de esta fiesta en la que solo ríen algunos.
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