Mentiras, mentiras
domingo 12 de octubre de 2014, 19:02h
Ha sido una semana muy dura. Se ha destapado otra caja de sorpresa. Hemos sido saqueados, humillados y vilipendiados. Lo han hecho aquéllos que elegimos para dirigir el país. Los representantes de los trabajadores, ellos también. Derechas e izquierdas. Ejecutivos, banqueros, asesores, qué sé yo. Todos.
La imagen es grotesca. Los imaginas riéndose de nosotros, mientras insensibles observan como vamos siendo deshauciados, arrojados a la calle, sin dignidad, en la miseria. Ellos, los poderosos, carroña pura, pasan la tarjeta.
Hacienda que somos todos, hace años lo sabía. No haré comentarios, porqué serían censurados.
No hemos preguntado qué nos pasa, somos tontos los españoles. Nos merecemos acaso ésto.
Somos un pueblo sin autoestima y sin dignidad, agobiado y agotado. Masacrado por los poderosos que nos llevan a la sumisión total, o sea a aniquilar nuestra libertad.
Mientras, nos pasmamos ante el desfile militar. Una anacronía de fanfarria y Martínez Soria, pero al que le damos actualidad comentando el vestido de la reina y lo monas que son las infantitas.
Y un presidente de trapo, anuncia que es casi una anécdota que Teresa Romero esté gravemente enferma por una maldita enfermedad que importamos por la santa madre iglesia. La ministra del ramo también marioneta, se esconde porqué no sabe ni afrontar esta crisis. Mientras hemos aguantado que sí supo aprovecharse de regalos bajo mano. Les acompaña en esta pesadilla un esperpento que se hace llamar médico con la vida resuelta, que ocupa cargos políticos desde hace muchos años, o sea, chupa de nuestro dinero. Este sujeto tilda de culpable a la enferma por contagiarse.
Aqui sin embargo, no pasa nada. Nadie deja su cargo, ni es cesado ni expulsado, ni siquiera obligado a nada.
La oposición rubrica un pacto institucional. Algo así como callar.
No podemos callar, ni olvidar porqué no merecemos esta mierda de gobierno, de sindicalistas, de mentirosos y estafadores en general. Cómo vamos a callar si han robado hasta a nuestros abuelos.
Pensamos que las dictaduras habían quedado atrás, siglos atrás, que el estado del bienestar era para todos. Mentira.