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Mea Culpa

martes 26 de septiembre de 2023, 05:00h

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Cuando me siento delante del ordenador para escribir esta columna es lunes, concretamente por la mañana. Probablemente el peor lunes por la mañana de mi vida. Y quiero contárselo a su debido tiempo.

Pensaba, hasta esta mañana de lunes hablarles del debate de investidura del candidato Núñez Feijoo o de las bondades de la Nit de l’Art y del éxito que tuvo llenando galerías y restaurantes de forma equitativa.

Pero la realidad, en lo que a mi concierne, procede hablarles de la dicotomía verdad y traición. Por una parte lo primero que tengo que decirles es que no creo en la verdad como valor absoluto, cada uno siempre defiende su verdad y que para ese uno es la única y verdadera y la traición, vinculado a la mentira, a la imprudencia o irreflexividad, o a la voluntariedad, para uno puede ser de una gravedad inaceptable mientras que para otros puede ser una cuestión absolutamente menor. quizás depende de la forma de pensar o de la conciencia de cada individuo.

Estamos acostumbrados a que los políticos nos mientan, nos traicionen y encima pretendan hacernos creer que lo que nos cuentan la verdad, lo damos por hecho y no esperamos nada diferente de ellos, a modo de ejemplo basta acudir a la hemeroteca de los últimos días en relación al tema de la independencia y de la amnistía y leer las diferentes versiones dadas por el premier Sánchez. Personalmente creo que lo del presidente, sin querer jugar a Psiquiatra o Psicólogo, es patológico. Es un mentiroso compulsivo.

Estamos acostumbrados a que los mass media nos mientan y que programas como “tómbola”, inicio de una época gris y penosa de la televisión, después superado por las diferentes variantes de “sálvame” en el que famosos, famosillos, y pelagatos por unos cuartos han contado lindezas de cama, cornamenta y de bragueta; siempre he pensado que tenían un contenido adictivo pues determinado perfil de público bloqueaba en sus quehaceres diarios las horas, largas, de emisión de esos bodrios, me ha parecido siempre una programación soez.

Y después está la vida real en la que se traiciona voluntaria e involuntariamente y como dice mi admirador Dr. Lázaro nadie mea chanel nº 5, aunque sirviese de pijama a alguna famosa de otro tiempo. En definitiva la traición y la difamación están al orden del día y no entiende de capas sociales, económicas o educacionales, simplemente está al orden del día. Todos hemos sido víctimas o autores.

Ya por último estoy yo. Y aquí es donde quería llegar. Sin ningún derecho, sin ningún filtro ni reflexión previa he puesto a los pies de los caballos a una persona maravillosa que les aseguro que no se lo merece; en un acto de confidencialidad, que nada tiene que ver con mi oficio y solo con mi vida personal, he hecho un comentario injusto y difamatorio contra una persona y cada vez que quería solucionarlo más lo he empeorado; en mi ánimo no estaba el hacerle daño, pero se lo he hecho y mucho. He tenido un comportamiento miserable con alguien que sólo me ofreció su amistad y cariño. Nunca he sido consciente de que le iba a hacer daño, sólo intentaba justificar una situación personal para justificarme.

Le he pedido perdón, pero a veces no basta, no sé qué puedo hacer para recuperar su confianza pues la percepción de que formase parte de mi vida, de que compartiese mesa conmigo es algo muy difícil de explicar por lo enriquecedor que ha sido, por lo interesante de su conversación de quien no he dejado de aprender, pues imagino que me ha expulsado, con razón, de su vida. Desde aquí lo único que puedo hacer es tenderle la mano y reiterar la petición de perdón, en esta ocasión de forma pública, a pesar de saber que el daño hecho es irreparable. Lo siento, te pido perdón.

Todo este artículo está dedicado a esa persona por mi erróneamente ofendida, por eso me permito remitirle a través de esta humilde columna, una frase del Evangelio de San Mateo (18,21-19,1) el perdón nos libera del rencor.

Por último acabo como en las últimas semanas, citando a Unamuno, además de lo dicho, me duele España.

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