¿Qué ha quedado de aquello que escuchábamos no hace mucho y que nos aseguraba que “la administración más importante es la municipal porque es la más próxima”?. ¿Tendrían razón todavía quienes nos lo decían?
Ahora, el Ayuntamiento –cualquiera del triste panorama municipal- se esconde más que se muestra, asfixiado por las deudas. Los Consells tampoco están como para que acudamos a ellos, parece que están peor –hasta
los quieren eliminar-. Y el Govern, más que gobernar, hace exactamente lo que le dicen en Madrid que tiene que hacer (ya saben “vamos a hacer lo que toca hacer porque sabemos lo que hay que hacer y haremos los que sabemos que hay que hacer….”). Claro, sin un maldito euro en la caja, tampoco hay mucho que “hacer”.
Miremos al Gobierno Central, miremos a La Moncloa. Resulta que sea quien sea quien gobierne (es cierto, unos más decididos que otros con la tijera), el que manda se escuda diciendo que Alemania dicta las normas.
Puede ser incluso que Merkel le haya dicho a Rajoy que puede intervenir autonomías.
Y es que Merkel dicta todas las normas. La Europa caótica y cada vez menos influyente en la que vivimos vive a golpe de estornudo de Angela Merkel. Y encima Merkel tiene todas las recetas…y todos los virus. Es lo que hay. Lo saben los países soberanos y lo vive perfectamente la Unión Europea, hábilmente disfrazada de organismo que parece que regula algo pero que en realidad recibe todos los mensajes y las instrucciones en alemán.
Es lo que hay en España, pero también en el resto de Europa. Fíjense en Sarkozy, que puede acabar pagando con una mudanza sus alianzas con Alemania. En Holanda acaba de dimitir el gobierno, incapaz de ponerse de
acuerdo para llevar a cabo las recetas germanas. Ni les hablo ya de los cambios de gobierno provocados en Grecia, Portugal e Italia.
A ningún presidente europeo le apetecen unas elecciones porque las va a perder. El calendario electoral los pone a temblar a todos.
Llegados a éste punto, me pido votar en las elecciones alemanas. Creo que me interesa tanto o más que votar en mi ciudad. Si las grandes decisiones se toman allí (a 2 horas de avión), quizás sea también un buen ejemplo democrático conocer cómo va a mandar Alemania en mi economía, en mi empleo, en mi sanidad, en mi educación, en mis impuestos, en mis prestaciones sociales…
Me pido saber si hay alternativa a Merkel. Y si la hay, saber si todo seguirá igual por aquí. Por tanto, me pido votar en Alemania.