No sé exactamente cómo ha ido el experimento de que ayer, domingo, Palma tuviera sus comercios abiertos, a la vez que algunos espectáculos callejeros pretendían dinamizar la ciudad. Pero es de las pocas noticias realmente positivas que se pueden encontrar en este ambiente despresivo que nos aporta la crisis eterna.
Pese a ello, tengo la intuición de que una parte de los comerciantes no aceptarán el envite y mantendrán sus tiendas cerradas. Tienen derecho, pero ello no desmerece una iniciativa que pretende que la ciudad sea visitable, que los domingos no esté muerta, y que los turistas encuentren en ella un motivo para viajar, sobre todo ahora que vamos a tener infinidad de vuelos baratos desde muchísimas ciudades europeas.
Sería necesario que, además, el ayuntamiento intentara cubrir cuantos más fines de semana mejor, con eventos de interés que permitan crear una oferta de ocio que, si no permanente, por lo menos abarque una buena parte del año. Hace unas semanas, debido que me visitaba una persona del extranjero, miré en la web del Govern qué eventos había en cierto fin de semana y para los tres días sólo estaba prevista una “mostra d'aviram”, no precisamente lo más sugerente para un turista.