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Los sindicatos, los últimos españoles

miércoles 04 de abril de 2012, 08:56h

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Aquel fatídico día de mayo de 2010, en el que Zapatero vio la luz y se desdijo de todo lo que había sido su perorata de los años anteriores, fue posible adivinar que España había perdido la capacidad para autogobernarse: era obvio que nuestra luminaria de León había sido llamada al orden desde el extranjero. De hecho entonces se vio algún traductor por los aposentos presidenciales. En días pasados esto se ha podido constatar con más claridad: emisarios de Angela Merkel acuden a Moncloa a pedir explicaciones, supongo que saltándose la agenda del Presidente, sin molestarse siquiera en avisarle con anticipación; el ministro De Guindos, el único de toda la clase política española que habla inglés, acude antes a Copenhague a pedir el visto
bueno a nuestros recortes que a los ciudadanos que lo hemos votado y, ayer nuevamente, Montoro no dejó lugar a dudas: ellos nos mandan, al confesar que “al final es Europa que nos presta el dinero”. Y nosotros, todos, incluidos los partidos de la oposición, callamos. En realidad, no queda otro remedio cuando uno debe más de lo que puede pagar. Pero no deja de ser sorprendente que mientras discutimos con especial virulencia si Cataluña o si Madrid, en realidad el que manda no está en ninguno de los dos lugares; mientras nos rasgamos el honor y lo que nos queda de las vestiduras por si en catalán o en castellano, desde fuera se han llevado todo el poder que teníamos y han convertido en absurdas esas disputas. Y por eso, por la pérdida de todo, no hemos protestado. Ni nos hemos dado cuenta.

La prueba más dura es que en este año, el cien por ciento de los ahorros que vamos a tener que sufrir, se van a destinar a pagar los intereses del dinero que seguimos pidiendo a borbotones para poder financiar un estado que no nos podemos permitir, para poder tener unos servicios que no tenemos con qué pagar. Unos intereses que hemos dicho en la Constitución que debíamos pagar antes que cualquier otra cosa, porque todos los
partidos tienen tan grande sensibilidad social que anteponen la banca internacional a la sanidad o a las pensiones, por ejemplo.

Por el momento, sólo los sindicatos creen aún que el poder está en Madrid y piensan que hay alguien en España que puede llegar a escucharles sus huelgas. Rajoy debería aplaudir a estos cavernícolas que aún acuden a protestar a la Puerta del Sol, en lugar de hacerlo a la puerta de Brandenburgo. Es un honor que nos protesten aquí, como si decidiéramos aquí, que nos hagan pensar en aquellos años en que nos chillaban porque mandábamos. Estos sí son unos subvencionados agradecidos que por lo menos nos hacen creer que somos alguien, que tenemos poder. Ya ven ustedes si nuestros sindicatos están anclados en el pasado.

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