Para completar el artículo de redacción y fotografía de esta semana debemos empezar agradeciendo a Ramon Servalls que pusiera a nuestra disposición la Bodega Macià Batle. En ese santuario rodeado de viñas nos esperaba la persona a quien entrevistaríamos, Juan Garcías Batle un hombre que ha fusionado su profesión de traumatólogo con su habilidad y destreza para ser escultor.
El traumatólogo o cirujano ortopédico es aquel médico que se dedica a las lesiones del aparato locomotor. Por tanto, modela, analiza e interviene. El escultor es aquel que se expresa creando volúmenes, por tanto, modela, analiza e interviene. Hay una diferencia determinante, el traumatólogo trata con personas, el escultor con elementos. Pero uno y otro deben ser maestros en la composición.
¿Como hace usted para combinar las dos facetas?
Combinan perfectamente. Tenga en cuenta que para los que trabajamos en clínica a veces hemos operado o atendido a un paciente y surge una urgencia y el horario se descompone. Luego acabo casi siempre marchando a mi estudio de Biniali para relajarme.
Yo defiendo que tienen cosas en común sobre todo a la hora de saber colocar y equilibrar.
Nace en Binissalem el 10 de mayo de 1950, hijo de Joan, maestro de profesión y de Isabel, propietaria de una mercería. Ese mismo año con el aterrizaje del primer vuelo chárter en Mallorca se pondría en marcha la industria turística. Binissalem resultaba agraciado con 600.000 pesetas en el Sorteo del Niño. Ladislao Kubala fichaba por el Barça, Richard Lawler llevaba a cabo el primer trasplante renal, se realizaba la primera edición de Formula 1 de la historia, Uruguay se proclamaba campeón del Mundial de fútbol, nacían; Stevie Wonder, Adolfo Domínguez, Camarón, Vicente del Bosque, fallecían; George Orwell y Bernard Shaw. Se editaban; Yo Robot de Isaac Asimov, El camino de Miguel Delibes, Canto general de Pablo Neruda, se lanzaba la primera computadora comercial en Estados Unidos, la UNIVAC I y se presentaban abundantes cintas cinematográficas; Eva al desnudo de Mankiewicz, La jungla del asfalto de Huston, Sunset boulevard (El crepúsculo de los dioses), de Billy Wilder, Los olvidados de Buñuel, entre otras.
¿Qué imágenes de su infancia retiene en la memoria?
Pasé los primeros años de mi infancia en mi pueblo natal. Recuerdo que no me gustaba ir al colegio de monjas y me tuve más de un disgusto con mis padres. Yo era un niño corriente que se divertía con los amigos del ambiente polvoriento de aquellas calles en la que transcurrían nuestras vidas. Un día en las fiestas del pueblo mientras jugábamos, explotó un cohete en la silla en la que estaba sentada mi madre con la suerte de que salió ilesa. En tiempo de vendimia a mi primo Sebastián y a mí nos mandaban a ayudar. Siempre acabábamos perseguidos por el abuelo Macià Batle que decía que éramos unos vagos. A aquella edad solo pensaba en jugar. Cuando tenía ocho años dejamos la casa de Binissalem.
Se trasladan al barrio del Secar de la Real de Palma y vive allí hasta los 27 años recién acabada su carrera y poco después decide casarse. De ese matrimonio nacerían Irene, con quien mantiene una reciproca complicidad, y Juan José.
Allí tuve una segunda infancia con nuevos amigos y nuevos vecinos. Una de las cosas que más me satisfacía era ir a una finca cercana que se llama Son Canals, para ver la gente y los trabajos del campo. Las familias del barrio nos conocíamos todos y las casas tenían la llave colgada en la puerta. En el Colegio Luis Vives formamos nuestra primera pandilla y acabé con algunos de mis compañeros mis estudios en el Colegio Cide. Teníamos un grupo muy especial y nos aficionamos a las motos haciendo excursiones por toda la geografía mallorquina.
Esa afición motera se prolongó durante años y con Xavi Pastor y Guillem Estarellas, recorrimos numerosos países de Europa, Alemania, Suiza, Italia, Francia, Inglaterra, entre otros. Aprendimos idiomas, tuvimos conocimiento de otras culturas, gastronomía y geografía. Fue una experiencia extraordinaria. Sigo siendo un adicto a las motos.
En los años posteriores a la Guerra Civil, España era un país con una gran regresión. Una parte de la población sufrió el hundimiento de la producción agrícola y de la industria en general, llegaron años de hambruna y miseria, años de estraperlo y de mercado negro, años de analfabetismo. Para una parte el futuro era imprevisible, para la otra España hubo a quien le fue posible acabar una carrera y competir con los profesionales de otros países más avanzados. Fue el caso de quienes pudieron y creyeron en sus metas.
Aquella época de los años 70 coincidía con cambios importantes tras el empuje de la comunidad médica internacional quedaba atrás la medicina general para dar paso a las especialidades médicas. La influencia de la medicina social, humanista, científica y académica, extendía la Medicina Familiar por los cinco continentes.
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Realiza sus estudios de Licenciatura en Medicina y Cirugía en la Facultad de Medicina Universidad de Barcelona y obtiene la titulación de Especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica.
Lo cierto es que yo iba con intención de hacer ciencias biológicas pero no hubo posibilidad por falta de plazas y pensé en inscribirme en primer año de medicina y me gustó tanto que seguí hasta cumplir los cinco años de carrera. En esa época aprovechaba para sacarme unos dinerillos extras y hacía guardias de apoyo en el Hospital de Sitges. Tuve algo de suerte porque llevaba un año de retraso en los estudios y pude combinar para sacar el quinto y el sexto curso en uno solo y recuperar el suspenso del primer año gracias a la ayuda de un amigo.
Regresa a la isla y obtiene plaza para trabajar en la Seguridad social y engancha el programa Mir que se implantó en el Hospital de Son Dureta.
Opté a una plaza fija y estuve veinte años como médico adjunto. Con el apoyo de médicos como Eduardo Jordá, Mateo Sanguino, Eloy Espinar, Pablo Llabrés, Guillermo Malbertí, Lucas Riquelme y todos los que constituyeron el núcleo del equipo médico, me convertí en un buen traumatólogo, ellos me ayudaron a conseguir la especialización, primero en el Hospital de Son Dureta y posteriormente estuve en Mare Nostrum, Policlínica Miramar y en numerosas Mutuas.
Y después de tantos años ¿Cuál sería el resumen para expresar su experiencia en la medicina?
Una de las mejores decisiones de mi vida fue acabar medicina. No me he arrepentido jamás de tomar la decisión de continuar y amar mi trabajo. Me permite libertad en lo manual y en lo científico para resolver un problema óseo y a veces tiene semejanza con la escultura a la hora de equilibrar, de resolver. Es un trabajo mental y físico, quizá de ahí esa simbiosis. Como en muchas profesiones tiene momentos de máxima felicidad y otros muy tristes. Reconozco que me duele tener que dar una mala noticia, a pesar de lo que se ha comentado en ocasiones de que el médico es un ser frío y distante, es rotundamente incierto. Un fracaso en mi profesión significa dolor y pena y le aseguro que a la comunidad médica nos afecta.
Los pacientes me dicen que tengo buen feeling y a mi precisamente eso me congratula, procuro el acercamiento, la empatía y la charla con ellos. Lo que sí tiene máxima relevancia en mi oficio es el equipo que te acompaña, están a tu lado y son parte de ti y tú de ellos. Médicos, instrumentistas, conjunto de enfermería, gente de recepción, de oficinas, todo el grupo de profesionales son fundamentales.
Llevábamos unas horas y Ramon Servalls, gerente de la Bodega y primo de Juan, había abierto una botella de Blanc de Blancs para beberlo con unas empanadas de carne y coca de trempó que Francisca Sampol, aportó. Era el momento de parar fotos y apuntes y tomar el aperitivo.
Tras el brindis, continuamos.
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Nos ha quedado claro, la moto desde adolescente ¿Qué otras aficiones le mantienen distraído?
A mí siempre me han gustado las manualidades, he practicado el modelismo naval, soy cinéfilo y durante años me leí un montón de libros, en la actualidad leo menos y sin duda la escultura.
Comenzó a elaborar esculturas a la edad de cuarenta años convencido de la necesidad de traducir con las manos aquello que le dictaba su mente.
¿Quizá una continuidad? ¿Quizá una simple analogía?
Insisto en que creo que la escultura tiene una semejanza, ya que de alguna manera en un diagnostico científico existe la manualidad.
No obstante para mí la escultura también es liberación, el trato con la madera, el hierro, las resinas u otros materiales para realizar piezas de variados volúmenes me sirven para evadirme de la presión. Yo siempre fui un pequeño coleccionista de arte, amigo de algunos artistas con los que he mantenido cambios de opiniones y eso ayuda a adquirir conocimiento.
En la soledad de su refugio de Biniali vive la transformación, rodeado de algunas obras de amigos, figurativas, realistas, surrealistas y de algunas de sus piezas abstractas. Allí tiene su taller, preparado para poder desarrollar proyectos de desiguales proporciones, es donde se suceden esos instantes en que la pasión le invade. A través de la escultura expresa un sentimiento traslúcido, único, excepcional, una sensibilidad que solo se manifiesta en el trabajo, al contactar con las musas.
¿Qué tipo de artista es el que le retiene delante de una obra?
Soy un apasionado de las esculturas mitológicas en mármol o en bronce de la antigua Grecia y de la técnica expresiva de la antigua Roma en sus retratos y esculturas decorativas. La consistencia de Chillida, sus primeras obras figurativas y las posteriores, esas instalaciones de piezas de grandes dimensiones en espacios urbanos o en lugares rodeados de naturaleza, las abstracciones en gran formato tanto en bronce como en mármol de Henry Moore y Barbara Hepworth y los surrealismos del suizo Giacometti. También me llama la atención la espontaneidad y la frescura que muestra el joven escultor cubano Ernesto Rodríguez.
Cuando se refiere a sus trabajos, habla un ser tímido del que se desprende la humildad natural de la madera, del cerezo, del roble, de una inyección de resinas, de piedras y hierros a las que da nuevas sombras surrealistas y abstractas.
Si hubiera que conformar una figuras geométricas de proporciones alteradas, una figuras que al exhibirse roban tu atención, figuras que se desprenden de sus anteriores magnitudes, figuras que se sostienen sobre una columna vertebral de metal o sobre espinas de madera o sobre péndulos o colosales piedras convertidas en ojos que miran a un mundo interior, daríamos con la definición de los volúmenes finales que te conducen hasta Joan Garcías.
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Una semana más nos habíamos adentrado en un espacio de connotaciones singulares, para tomar nota de las señales que de allí emergían. Y precisamente era buena señal que se hubiera cumplido nuestro tiempo sin apenas darnos cuenta.
Nos fuimos alejando del frutal aroma de la bodega Macià Batle.
Textos: Xisco Barceló
Fotografías: Francisca R. Sampol