Este miércoles, la actualidad se veía sacudida por una nueva masacre en una escuela de Estados Unidos a manos de un pistolero. En esta ocasión, el causante ha sido un joven de 18 años recién cumplidos que irrumpió en una escuela de primaria de Texas pertrechado con un rifle y un chaleco antibalas. En los pocos minutos que duró su acción, antes de ser abatido por la Policía, disparó indiscriminadamente causando la muerte a 19 niños de entre 8 y 10 años, y a dos profesoras que intentaron proteger a los pequeños.
Noticias como esta conmocionan a la sociedad cada cierto tiempo, poniendo sobre la mesa, una y otra vez, el debate sobre la excesiva presencia de armas en los Estados Unidos y reclamando que se regule la libre venta de armas automáticas en el país o que se aumente la edad para poder adquirir este tipo de armamento. El asesino de Texas acababa de cumplir los 18 años, una mayoría de edad que celebró comprando un arma en una nación en la que, en muchos estados, no se puede consumir una cerveza hasta los 21 años, pero se puede comprar un fusil con 18.
Siempre que ocurre una desgracia de este tipo, -especialmente desde la matanza en el instituto de Columbine en 1999, que significó una toma de conciencia sobre la magnitud del problema para una gran parte de la sociedad norteamericana- buena parte de los políticos llaman a regular el uso y la venta de armas a particulares.
Ahora ha sido Joe Biden, como anteriormente lo fueron otros predecesores, pero cabe suponer que los deseos chocarán, una vez más, con la realidad de una sociedad en la que muchos estados no están por la labor de limitar este comercio y donde el todopoderoso lobby de las armas -la conocida Asociación Nacional del Rifle- ejerce una gran presión para evitar cualquier restricción de un negocio que mueve hasta 50.000 millones de dólares al año en EE.UU., un país en el que hay más armas que móviles.
Hasta tal punto este comercio está tan asentado que, frente al drama recurrente de los asesinatos masivos en centros escolares, la defensa propuesta por quienes defienden la libertad de portar armas es que los profesores estén armados para poder repeler los ataques. Es decir, más armas en la calle para luchar contra el uso indiscriminado de las armas.
23 años después de Columbine -allí fueron 12 los muertos-, la larga lista de horrores suma ahora un eslabón más con la muerte de 21 personas, la mayoría niños de corta edad. Todo parece indicar que la tragedia volverá a olvidarse pasados los primeros días de conmoción y nada cambiará ni se darán pasos para prevenir nuevos horrores, una situación que merece la pena analizar. Más allá de rasgarse las vestiduras, es imprescindible hacer algo para evitar nuevas muertes de inocentes.
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