La prudencia siempre es mejor consejera que la euforia. Sin menoscabar la aparente superioridad del Mallorca sobre sus competidores del grupo tercero de Segunda B, ni minusvalorar sus resultados ni su clasificación, un somero repaso a las nueve jornadas que se llevan disputadas y lo que queda hasta el final de la primera vuelta nos inclina a esperar algo más antes de sumarse a esa afición fiel a la que, con tal de ser líderes, se siente tan a gusto sin tener en cuenta la categoría en la que milita el equipo.
Hasta el presente se han enfrentado a los de Vicente Moreno solo dos contrincantes de la primera mitad de la tabla, el quinto, en Palma, y el décimo sin salir tampoco de la isla, el Atlético Baleares; el resto, del pelotón de los mediocres. A partir de ahora esperan, por el contrario, siete rivales entre el segundo y el noveno puesto y únicamente tres de los furgones más rezagados. Puede que los datos no cambien o quién sabe.
Hay otra lectura a considerar y es que todo lo fácil que ha sido el calendario al principio, se puede enconar al final. Es en las diez últimas citas donde se suele decidir todo y serán, salvo cambios profundos, las más exigentes porque el camino se llena de cardos y minas a medida que avanza la liga y aparecen sobre el tapete las urgencias por entrar en play off o la necesidad de no entrar en descenso. Un inconveniente que multiplica la exigencia a la hora de encauzar las eliminatorias de ascenso por aquello de evitar un sobreesfuerzo que pudiera pasar una factura fatal.