Profanar leonas

En la Palma de inicios del siglo XX, cuando un pretendiente se ponía excesivamente cariñoso con su pretendida -ahora seguramente acabaría con una orden de alejamiento, gracias a la ley Montero- la moza daba por terminada la efusión erótica del interfecto espetándole 'ves a paupar ses lleones des Born', frase que, aunque fuera útil como disuasoria, denotaba una circunstancia poco probable, dada la sustancia pétrea que conforma las cuatro esfinges que coronan los extremos de nuestro más preciado paseo de Ciutat.

Jamás he tenido claro el sexo de las lleones porque, aunque tienen tetas -más o menos camufladas por su tocado oriental- poseen unos rasgos más bien masculinos, y de cuello para abajo su anatomía felina no invita precisamente a inaceptables pensamientos lúbricos, salvo para algún raro parafílico, que de todo hay en la viña del Señor.

Pues bien, nuestras lleones, que no son las originales, han sido bastante respetadas por el vandalismo local a lo largo de los años, con excepción de algunas descerebradas pintadas ultimamente y de algún ¡Arriba España! en su pedestal durante el franquismo más primigenio.

Pero hete aquí que la ideología dominante y única que nos invade no puede contener sus ansias de embadurnarlo todo de consignas, y las mismas instituciones que tienen como finalidad la protección de nuestro patrimonio consienten -y hasta quizá alientan- que las lleones aparezcan con una bufanda morada para unirse a la celebración de este invento subvencionado denominado día de la mujer (antes, de la mujer trabajadora).

Si, en cambio, las lleones hubieran aparecido el día 12 de octubre con una bufanda con los colores de la bandera española, a buen seguro que desde Cort se hubiera dado orden inmediata de retirar semejante afrenta, para 'no crispar' a la ciudadanía.

El feminismo oficial con cargo al presupuesto tiene estas cosas. Se trata de representar y colgar banderas y machacarnos con cansinas consignas, no de hacer nada útil. Mientras a las menores tuteladas víctimas de prostitución las oculta ruinmente, ensalza y une a su causa los falsos atributos femeninos de cuatro trozos de piedra con forma de no se sabe qué.

No tengo la más remota idea de qué pensarían las lleones de esta agresión, de la que no pueden defenderse. De lo que estoy seguro es de que no han dado un sí. Y solo sí es sí.