Este martes, el Parlament balear celebrará una sesión extraordinaria convocada desde las nueve de la mañana hasta las doce de la noche. Quince horas seguidas. La intención es poder aprobar buena parte de las leyes que se han ido acumulando al final de la legislatura; concretamente, el martes se debatirán leyes tan importantes como la de residuos, la de la infancia o las de sostenibilidad medioambiental del Port de Sant Antoni o de Formentera.
La sesión forma parte de las convocatorias extraordinarias acordadas para el mes de enero -generalmente inhábil en el calendario del Parlament- con la intención de dar salida a 13 decretos leyes importantes, cuyo debate y aprobación aún no había tenido lugar en la cámara balear. Un atasco que, a dos meses de disolver la cámara para convocar elecciones, transmite la sensación de que, en esta legislatura, se ha perdido mucho tiempo en el apartado legislativo y se llega tarde a muchas decisiones.
Que los diputados dediquen muchas horas a su trabajo no es, en principio, nada malo. Pero querer concentrar en sesiones de quince horas seguidas la discusión y aprobación de leyes importantes no parece la mejor fórmula para hacer que esas leyes cuenten con el debate más sosegado y profundo. Al contrario, con acciones así, da la sensación de que la mayoría de gobierno del Pacte elude el debate parlamentario y pone toda su confianza en la mayoría que sustenta al Govern. El 'rodillo' que tantas veces se ha criticado.
Al establecer un calendario extra, el presidente Picornell actúa plenamente en sintonía con el ejecutivo de Armengol, haciendo caso omiso a las críticas de la oposición por este maratón de leyes que pasarán vertiginosamente por la cámara balear. Un episodio que resta valor democrático al debate parlamentario, un valor que todos lo diputados, y especialmente su presidente, deberían salvaguardar.
El Parlament está para promover la confrontación que enriquezca las leyes con un debate plural donde todos los grupos puedan fijar posición y aportar visiones que a menudo mejoran las leyes y propicia que salgan con un mayor respaldo parlamentario. No hacerlo, confiere a la cámara un dudoso papel de comparsa que no ayuda a generar una sensación de calidad democrática.