En la barriada palmesana de Pere Garau y en sus inmediaciones, hay muchos pequeños negocios regentados desde hace ya un cierto tiempo por personas inmigrantes procedentes sobre todo de China, así como también de diversos países árabes, del África subsahariana y de Sudamérica. Cada una de esas personas tiene siempre una historia interesante que contar sobre cómo era su vida en su región de origen y sobre cómo está siendo ahora en su tierra de acogida.
La aventura mallorquina de Víctor Hugo Gatica Fuentes (Santiago de Chile, 1966) se inició de forma inesperada, en la Semana Santa de 2001, cuando llegó a la isla para pasar en principio sólo unos pocos días de vacaciones, invitado por sus dos hermanos, que residían y trabajaban aquí. "Sin embargo, a los dos días ya me habían ofrecido dos trabajos, uno de panadero y otro de jardinero", recuerda.
Víctor dijo que sí a ambos empleos. Muy poco tiempo después, le salió la oportunidad de trabajar también como camarero. Su respuesta fue igualmente afirmativa. En su Chile natal, había desempeñado diversas ocupaciones desde muy joven, entre ellas las de cartero, carpintero, guarda de seguridad o panadero.
Esta última ocupación, la de panadero, ha acabado siendo, con el tiempo, su verdadera y definitiva vocación. De hecho, desde hace algo más de un año regenta su propia panadería, 'La casa de Víctor', ubicada en el número 4 de la calle Faust Morell de Palma.
En el exterior del establecimiento, aún puede verse hoy el rótulo de los anteriores propietarios del local, 'Tía Marina', que nuestro interlocutor prevé cambiar en breve. Víctor está casado y tiene tres hijos. "Quisiera destacar el apoyo incondicional que siempre he tenido de mi mujer y de mis vástagos", enfatiza con admiración. Su esposa, Jessica, le ha estado ayudando diariamente en la panadería hasta hace poco, atendiendo a los clientes que compran cualquiera de sus exquisitos panes y dulces, así como también a los que acuden a esta tienda a desayunar o a tomar un café.
UN SUEÑO HECHO REALIDAD
"Antes de abrir 'La casa de Víctor' hacía ya años que pensaba en la posibilidad de montar mi propio negocio, pues como panadero siempre había trabajado por cuenta ajena", rememora. La oportunidad de hacer realidad ese sueño surgió cuando un antiguo compañero de trabajo, que además había sido su maestro cuando llegó a la isla, le comentó que tenía previsto jubilarse y dejar 'Tía Marina'.
Tras llegar a un acuerdo con aquel compañero, nuestro entrevistado abrió finalmente 'La casa de Víctor' en septiembre de 2022. Los primeros meses fueron un poco complicados, y, por otra parte, Víctor tuvo además varios problemas de salud, incluido un ictus de carácter leve, que por fortuna pudo superar por completo. Cabe reseñar aquí que la determinación y la positividad han sido siempre dos constantes en la vida de Víctor, quien hace años ya había superado con éxito un trasplante de riñón.
En estos momentos, quien está enferma es su mujer, que padece leucemia y está en tratamiento desde hace ya unos meses. "Hasta que se dio de baja, Jessica estuvo viniendo cada día a la panadería, estando al pie del cañón", indica con palabras de reconocimiento y de gratitud hacia su esposa.
Preguntado por su horario laboral actual como panadero, Víctor comenta que hay días en que trabaja más de dieciocho horas. "El trabajo más intenso lo hago de dos a seis de la madrugada, y luego sigo trabajando a un ritmo más suave a lo largo de la jornada", explica. Para los momentos de descanso, cuenta con un pequeño colchón en la antesala —exterior— del obrador, en donde puede reposar y dormir.
UNA CLIENTELA FIEL
"Profesionalmente, no ha sido fácil llegar hasta aquí, sobre todo porque nos costó poder arrancar y por los problemas de salud que hemos sufrido", reconoce, para añadir: "Pero ahora, por suerte, tenemos ya una clientela fija, que valora mucho la calidad y el buen precio de los productos que vendemos en la panadería". Entre esos productos se encuentran varios que son propios de la isla, como cocarrois, panades, ensaimadas, robiols o crespells.
"La repostería en Chile es bastante diferente", especifica. Aun así, las sabrosas ensaimadas o los excelentes crespells de Víctor tienen ya una esencia puramente mallorquina. Su integración no sólo ha sido profesional, sino también social y personal. "Todas las personas que trabajan o viven en las inmediaciones de mi tienda me han recibido muy bien, tanto los comerciantes ubicados en las cercanías como los clientes que vienen a comprar a mi establecimiento, sin que les moleste que yo sea una persona que ha venido de fuera", recalca.
"Mallorca ha pasado a ser ya mi nueva casa", afirma con convicción. Además, junto con su mujer ha recorrido ya algunos de los enclaves más hermosos de la isla cuando ambos han podido disfrutar de algunos días libres. Desde que llegó aquí en 2001, Víctor sólo ha vuelto una vez a Chile. "Me gustaría poder ir de vacaciones en breve", indica con una cierta añoranza.
Antes de despedirnos, Víctor señala con convicción, a modo de síntesis, que ve con optimismo e ilusión el futuro de su panadería. "Estamos remontando poco a poco el vuelo", concluye con una sonrisa emocionada, que al mismo tiempo es también un gesto de fe y de esperanza.