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Mala educación mala

Por Javier Matesanz
miércoles 06 de noviembre de 2013, 18:14h

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Se ha hablado mucho de educación en los últimos meses. A raíz del TIL ha sido uno de los temas de controversia más sonados del año. El sistema educativo. Otro de tantos, que a nadie pone de acuerdo. Pero yo no quería hablar de la educación referida al proceso formativo, sino a la de los modales. Aquello que se conocía como tener buena o mala educación en las relaciones sociales, y que algo tendrá que ver, desde luego, con la etapa escolar, pero que afecta muy especialmente a otros ámbitos de la vida como es el de la disciplina familiar. Y no sé si será un tema de laxitud por parte de los padres, o de falta de tiempo, o que los profesores ya no pueden o no quieren asumir tal responsabilidad, o que han cambiado los roles generacionales y me he quedado desfasado – de modo que no juzgo, sino que reflexiono-; pero lo cierto es que algo falla, porque el tratamiento de usted es algo desconocido entre los chavales, el trato preferencial a un abuelo o a una señora en lugares públicos es pura utopía (el jueves pasado en Plaza Serralta de Palma no solo le volaron el sombrero a un anciano de un balonazo, sino que luego lo patearon cual balón antes de dejarlo abandonado en el suelo y continuar con el partido); y el respeto colectivo por encima de los intereses individuales es ya ciencia ficción. Yo no sé si ustedes van o no al cine, pero si como yo van a menudo, sabrán de lo que estoy hablando. Las fiestas que se montan son de órdago. Y si intentas pedirles un poquito de silencio estás perdido. Se abre la veda y te conviertes en su nueva diana. Verbal, si tienes suerte, porque más de una vez acabas siendo depositario de buena parte de sus chucherías. En la radio decía el actor Javier Gutiérrez, en referencia más o menos a este tema, que el otro día se le pegó en el pelo un chicle que habían dejado en el respaldo de la butaca. Y yo les aconsejo que no pasen ni en broma las manos por debajo de su asiento cuando estén acomodados. Y eso por no hablar de los móviles, que suenan, vibran y parpadean sin descanso, resultando tremendamente molestos en una sala oscura. Aunque peor es cuando contestan, desde luego. Y con frecuencia lo hacen. Cosa que nunca hay que recriminarles a riesgo de llevarse puestos unos nachos con queso fundido.

Y ya digo, igual es que lo del respeto ya no está de moda, y que yo soy un viejuno a medio disecar, pero eso antes no pasaba, y si ahora pasa será por algo.

Por cierto, venía en la prensa hace una semanita que a Madonna la expulsaron de un cine por utilizar el móvil. Solo es una idea. Una buena idea, pienso yo.
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