Llegó el momento. En 24 horas Baleares comenzará a recibir miles de turistas británicos y núcleos como Magaluf y Sant Antoni de Portmany se preparan para la que debe ser la temporada de la remontada. Después de un fatídico 2020, en el que el grifo se cerró a los pocos días de arrancar la actividad, las autoridades y sectores productivos de las zonas turísticas que se nutren de visitantes ingleses tienen claro que este año no se puede cometer los mismos errores que el anterior y que, por tanto, la lucha contra los desfases debe librarse a muerte.
En este sentido, todos los negocios de Magaluf -hoteles, comercios, restaurantes, tiendas de souvenir y pubs- han elaborado protocolos estrictos para sus instalaciones, no se permitirán aforos inadecuados, se vigilará escrupulosamente el uso de la mascarilla y se pondrán todos los recursos necesarios con tal de evitar aglomeraciones.
Porque eso es, precisamente, lo que se quiere evitar a toda costa: imágenes de desmadre en masa como las de los estudiantes peninsulares de viaje de estudios en s'Arenal o los jóvenes mallorquines y catalanes en Menorca. Unas imágenes que ya se estan traduciendo en datos alarmantes de contagios -de momento no de presión hospitalaria- y que ha obligado a adelantar la vacunación de los más jóvenes en las islas.
En cuanto a las administraciones, la hoja de ruta es la misma: mano dura contra el incivismo. Tanto la conselleria de Turisme como el Ajuntament de Calvià, en colaboración con Delegación de Gobierno que coordina las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, han puesto toda la carne en el asador para que la presencia policial sea máxima y visible en la calle y el marcaje a los negocios que incumplen las normas Covid sea inmisericorde. Ni Guardia Civil ni Policía Local pasarán una, advierten.
En Magaluf tienen claro que un simple patinazo puede llenar portadas de los tabloides británicos y enterrar -si no definitivamente, durante semanas- el tan ansiado despegue. Es la hora de la responsabilidad de todos.