Nos pinchan y no sale sangre. Govern y oposición están de acuerdo en un tema: la imagen de Baleares como destino de borrachera es inaceptable, indigna y vergonzosa, y hay que poner coto. Parece que todos los partidos políticos están de acuerdo en la tramitación de una normativa que frene este turismo de excesos aunque veremos la forma que ésta adoptará, si Decreto como quiere inicialmente el Govern o si Ley como quiere la oposición para introducir algunas “correcciones”.
En unas semanas veremos si hay motivos para estar contentos ante tal consenso, o si, alimentando a los malpensados, esta nueva regulación no será más que otro capítulo lampedusiano en el que parecerá que todo ha cambiado para seguir todo igual.
Es muy fácil hacer ley que resulte papel mojado si no se establecen medidas coercitivas que aseguren su cumplimiento. Y no hay que abstraerse de una realidad, y es que la fama de Magaluf se ha forjado en base a una demanda que ha sido satisfecha con la oportuna oferta. Con el Decreto que quiere aprobar el Govern esta oferta tendría que reformularse por lo que es fácil suponer que alguna conversación de despacho -para no llamarlo de otra manera- habrá por parte de quien está preocupado por perder su nicho de negocio.
Así es que no cabe todavía lanzar las campanas al vuelo, por aquello del mentado consenso, porque todavía le quedan muchas batallas por librar a la propuesta, tanto en las Cariátides como en la calle vía acta de inspecciones. Ahora sólo queda desear que la normativa llegue a buen puerto -que no nos hagan una “Magallufa” y que su efectiva aplicación no acabe siendo discutida en las salas de Vía Alemania 5 de Palma.