La situación descontrolada de la pandemia en Madrid, la incapacidad de su gobierno autonómico para enderezar la situación, y la evidente imposibilidad de coordinar la implementación de las medidas necesarias con el gobierno central, configuran un peligro de diseminación de la infección que puede arrastrar al desastre a todo el país.
Es muy llamativa y decepcionante la manifiesta ineptitud del gobierno madrileño y su resistencia a tomar las decisiones drásticas que prácticamente todos los expertos le están recomendando, y casi exigiendo, que tome, mientras reacciona tarde y mal con medidas que se revelan parciales, descoordinadas e inútiles, consistentes en confinar determinadas zonas de la capital que coinciden, ¿por casualidad?, con los barrios donde habitan las capas de menos poder adquisitivo de la sociedad, incluyendo inmigrantes, de los que se hacen por parte de la presidenta del gobierno regional sibilinas referencias que los culpabilizan de la extensión de la epidemia.
También es muy decepcionante su incapacidad de llegar a acuerdos con el gobierno central para tomar decisiones conjuntas que frenen el avance desbocado del virus. Después de la reunión con el presidente Sánchez y la surrealista escena de las banderas, la supuesta coordinación murió al cabo de dos días con la renuncia de Emilio Bouza, gran profesional especialista en enfermedades infecciosas, que dimitió del cargo de portavoz del grupo conjunto covid-19 por haber comprobado la falta de voluntad de acuerdo y coordinación.
La reunión de las banderas también merece un comentario. Mientras que negar una relación bilateral entre los gobiernos español y catalán ha sido una obsesión en los últimos años, la parafernalia que rodeó al cara a cara entre Sánchez y Díaz Ayuso era la de una cumbre entre dos estados elevada al paroxismo, puesto que cuando se produce una reunión bilateral con el gobierno de otro país, habitualmente hay una bandera de cada uno, no doce (por dos veinticuatro).
En las declaraciones que siguieron a la reunión con Sánchez, Díaz Ayuso hizo una muy confusa perorata sobre que Madrid es de todos, Madrid es España y que no debía ser tratado como el resto. Es decir, los que siempre han puesto el grito en el cielo contra cualquier posibilidad, real o imaginaria, de que se le diera a Catalunya un trato diferente en algún aspecto, ahora reclaman uno especial para ellos. En su discurso, por cierto, la presidenta madrileña no quiso dejar de hacer referencia a Catalunya, la obsesión favorita de la extrema derecha española en estos momentos. No dudan en sacar a pasear el espantajo catalán en todo momento y lugar, venga o no a cuento. Más le valdría preocuparse de su comunidad, en la que tiene una auténtica bomba atómica a punto de estallar, y dejar de lanzar cortinas de humo de anticatalanismo para tapar sus propias vergüenzas, su ineptitud, su incompetencia.
El gobierno central, por su parte, se muestra indeciso, remiso a tomar las riendas de la situación e intervenir la autonomía madrileña, que es lo que debería hacer, y proceder de inmediato al confinamiento de la comunidad a fin de detener y revertir el avance desenfrenado de la pandemia.
Cuando no se toman las decisiones necesarias en el momento adecuado, y se hace demasiado tarde, los acontecimientos ya se han desencadenado y la evolución ya es imprevisible y, en cualquier caso, conseguir los mismos efectos cuesta mucho más tiempo, muchos más recursos, y los daños son mucho más extensos. Y el desastre de Madrid nos arrastrará a todos.