Monseñor Sebastià Taltavull, obispo de Mallorca

"Los políticos han de entender que aquí los cristianos somos mayoría"

Taltavull

El pasado 19 de septiembre, el Papa Francisco nombraba a monseñor Sebastià Taltavull Anglada nuevo obispo de Mallorca. Taltavull era entonces obispo auxiliar de Barcelona y estaba al frente de la diócesis de Mallorca, como administrador apostólico, desde septiembre de 2016. Nacido en Ciutadella (1948) fue ordenado sacerdote en 1972 tras cursar estudios en la Facultad de Teología de Cataluña y obtener la Licenciatura en Teología dogmática. Taltavull ha hablado para los lectores de mallorcadiario.com de temas tan diversos como el proceso secesionista catalán, la función de la Iglesia en la sociedad o el valor de la educación entre otras cosas.

A mí me enseñaron a distinguir entre lo urgente y lo importante. Si le parece comenzamos por lo urgente. ¿Qué es lo primero, aquello que no puede postergar una vez nombrado obispo de Mallorca?

Lo urgente, y siempre es urgente en la Iglesia, es el testimonio de comunión que los cristianos hemos de dar en todo lugar y tiempo. Ello significa unidad de criterios en la acción pastoral, trabajo en equipo, cohesión interna de las comunidades y grupos, todo fruto de una espiritualidad de comunión que unifica desde el interior de cada uno y lo alimenta todo.

¿Y lo importante? ¿Qué le preocupa a medio y largo plazo? ¿Ante qué retos se encuentra?

Lo importante es ir a lo esencial del Evangelio y comunicar un mensaje de confianza y esperanza a nuestros conciudadanos, a toda persona de buena voluntad. Por el hecho de que el anuncio de Jesucristo es lo más fundamental, es importante dar un tono evangelizador a todo lo que hacemos y no vivir de la rutina. El papa Francisco dice muy claro que no hemos de hacer las cosas porque siempre se han hecho así. A partir de ahí, es importante que los cristianos estemos muy presentes en nuestras realidades temporales, precisamente para que el Evangelio las impregne totalmente con sus valores.

Me preocupa, tanto a medio como a largo plazo, una Iglesia que se centra en sí misma, se autocontempla y no se decide a salir para encarnarse en la sociedad en la que vive. La Iglesia existe para evangelizar, y para ello ha de ir a dónde está la gente y hacerse presente.

Los retos en estos momentos son muchos. Dar una respuesta de confianza y de credibilidad a los hombres y mujeres de hoy, especialmente al variado y complejo mundo de los jóvenes. Algo ya dicho, el reto de la cohesión interna y desde ahí la propagación de la fe. El reto de anunciar y testimoniar a Jesucristo, hoy.

Más allá de la función pastoral, la Iglesia desarrolla numerosas actividades de auxilio a los que menos tienen. ¿Tienen medios suficientes para alimentar a las almas y a los cuerpos?

En estas numerosas actividades de auxilio a los que menos tienen está siempre una de las mayores urgencias, por tratarse precisamente de algo fundamental para el compromiso social de un cristiano. Esto se hace y en algunos lugares con mucha dedicación, ya que el problema que se vive es acuciante debido a crisis económica, a tantas injusticias y desigualdades sociales como hay. Los medios se los procuran las mismas comunidades parroquiales y otras instituciones con las que se colabora con eficacia. A veces los medios escasean, pero con el ambiente de solidaridad que hay se solucionan en poco tiempo. Necesitaríamos más ayudas y un voluntariado estable.

Es común leer noticias que hablan de la falta de feligreses en las iglesias, si bien es cierto que sigue habiendo parroquias muy vivas, con fieles que participan y que se constituyen en valiosos centros religiosos y cívicos de la comunidad. ¿Goza de buena salud la Iglesia de Mallorca?

Yo creo que goza de buena salud, aunque tengamos la impresión de que no es así. La buena salud nos viene de quien es su alma, el Espíritu Santo, pero hay que dejarle trabajar, ya que constantemente nos asiste y nos inspira. Ahora bien, con nuestro esfuerzo y compromiso hay que ayudarle a hacer bien el trabajo, que para esto estamos. La impresión negativa que se pueda tener proviene de nuestra realidad pecadora, porque no siempre somos aquel buen ejemplo que deberíamos ser. Hay comunidades muy vivas, muchos laicos y laicas comprometidos en todos los campos de la pastoral y de presencial secular. Un síntoma de buena salud que estoy experimentando, especialmente en la gente más sencilla, es el deseo de proximidad, cercanía y lenguaje sencillo, la valoración de una Iglesia más al lado de los que sufren por cualquier motivo. De hecho, se goza de buena salud en su conjunto cuando cada uno vive una vida saludable.

Los valores cristianos son tanto religiosos como culturales. Incluso los que se dicen no creyentes han sido educados en dichos valores. Se lo digo porque así cómo se oyen voces críticas con la Iglesia, casi todo el mundo, practicante o no, a poco que pueda llevar sus hijos a una escuela concertada. ¿Cuál es el papel de la escuela concertada en Mallorca?

En la educación de los hijos, son los padres los que deciden el ambiente escolar y no rehusar aquel acompañamiento necesario que pueden tener. Hemos de tener claro que, si por un lado la fe crea cultura, por el otro la cultura acoge e informa la fe. Éste es un elemento claro de lo que es la laicidad positiva. Aunque uno no sea creyente ni tampoco coherente con su fe, puede estar muy interesado en “culturalizarse” desde lo religioso. En este sentido, es impresionante como muchos llegan a la religión por este motivo. “Si no fuera a clase de religión –me dijo una vez en clase un chico agnóstico–, mi formación no sería completa”. Valores cristianos y culturales pueden ir muy unidos y no dividen la persona.

Sin confundir la educación religiosa con la catequesis. Si eliminamos de la enseñanza la religión ¿no privamos a los niños de entendimiento del arte y del pensamiento occidental de los últimos 2.000 años?

Es lo que acabo de decir. Actualmente padecemos un problema muy serio y es la falta de cultura religiosa. Digo serio porque está incidiendo en el hecho cultural en general y en las personas en particular. Se ha desplazado la religión como si de algo negativo se tratara. En ello aún hay mucho prejuicio y mucha confusión debido a la influencia secularizadora que padece Occidente, difícil de compaginar con el debido reconocimiento de la dimensión religiosa de la persona, tanto en el ámbito público como privado. De hecho se trata de uno de los derechos humanos fundamentales al que prácticamente no se le reconoce, cuando de hecho forma parte de la antropología humana porque el ser humano es “capaz” de Dios.

No hay nadie que ante la dificultad, en un momento de apuro no diga “¡Ay, Dios mío!”. ¿Por qué, tarde o temprano, todos acabamos volviendo a la religión?

Por la razón que acabo de decir anteriormente. El hombre y la mujer somos por naturaleza “religiosos”, la apertura a lo trascendente forma parte de nuestro ser más íntimo, como también su manifestación exterior. La misma historia de la humanidad y de las religiones lo demuestra.


Durante el proceso secesionista, en Cataluña se ha visto una fractura social que también ha llevado a sacerdotes y a miembros de la Iglesia a posicionarse al respecto. Usted ha sido obispo auxiliar de Barcelona y lo habrá visto. En Mallorca, existen sectores tradicionalmente próximos al catalanismo. ¿Le preocupa que con el tiempo se llegue a una situación en nuestra isla de vecinos y familias que no se hablan?

No es fácil responder con pocas palabras a este problema que es muy hondo. El hecho de la división entre vecinos y en el seno de las familias por motivos ideológicos puede pasar en cualquier sitio donde se plantea un cambio político. Esta situación de ruptura tiene que evitarse a toda costa, ya que no favorece a nadie. Hay que ir al fondo de la cuestión y no ser superficiales en los juicios. Como obispo siempre he intentado ser elemento de unidad entre los diocesanos y respetar sus legítimas opciones políticas, ya que en nuestras comunidades lo más importante es favorecer el respeto mutuo, la capacidad de escucha por lo que piensa el otro, y la voluntad de diálogo. A lo que no hay que llegar nunca es al enfrentamiento y mucho menos si deriva hacia el insulto, el rechazo o la violencia.

¿Qué papel debe adoptar la Iglesia de Mallorca ante estas cuestiones?

Cuando se dan estas situaciones, ser elemento de reconciliación y entendimiento, y, al mismo tiempo, ayudar a profundizar en las convicciones propias para que no se viva sólo de impresiones, prejuicios o reacciones subjetivas. Hay que ayudar desde todas las instancias educativas a una buena formación humana que comprenda el respeto y la promoción de todos los derechos y deberes para una auténtica convivencia en paz y concordia. En este sentido, la familia y los centros educativos que son de inspiración cristiana –como todos los otros– tienen mucha responsabilidad y pueden hacer mucho bien al respecto.

¿Ha hablado con líderes de otras confesiones? ¿Va a desarrollar la faceta ecuménica del Obispado?

Sí, ya hemos estado en contacto en varias ocasiones y hay muy buena voluntad por parte de todos. La oración nos une mucho. La última ocasión ha sido con ocasión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que nos reunimos las distintas confesiones presentes en nuestra isla de Mallorca. Lo dije en la homilía y en conversaciones particulares, en el sentido de aumentar nuestro intercambio y tener más encuentros de oración. De hecho, ya se dan colaboraciones en este sentido y a nivel de compromiso social hacia los más pobres. En este sentido, creo que hemos de dar un mayor ejemplo de trabajo conjunto ya que es mismo Jesucristo que nos une en una misma fe.

La Iglesia es conservadora de una importante parte de nuestro patrimonio histórico y cultural, cosa que en ocasiones se olvida. ¿Qué dificultades y qué necesidades se encuentran?

Cada generación recibe esta herencia patrimonial y aquí en Mallorca es importante. Disponer de ello para la misión de la Iglesia y desde ella para servir al pueblo, ya que la Iglesia forma parte de él, es una llamada a la responsabilidad en su buen uso y en el bien que tiene que hacer a toda la sociedad. El problema actual –lo ha sido siempre– es disponer de los medios necesarios para sus fines y su conservación. En este momento estamos haciendo un replanteamiento de todo ello para que, con la ayuda de todos, el patrimonio pueda ser administrado correctamente y realizar el mejor uso.

Los niños y los jóvenes son el mayor activo de una sociedad. ¿Qué se puede hacer para que se acerquen a la Iglesia?

Lo primero que hay que hacer es que la Iglesia nos acerquemos a ellos, allí donde están, escuchando sus anhelos y aspiraciones y atendiendo sus demandas. Cuando el papa Francisco nos está hablando de la necesidad de una Iglesia “en salida” se refiere precisamente a esto, a esta actitud de salir de nosotros mismos e ir al encuentro de los demás. El problema no son los jóvenes, sino nosotros, los adultos. ¿Quién está dispuesto a estar con ellos, a regalarles tiempo y acompañamiento, dejando que sean realmente ellos los protagonistas de su proceso de crecimiento? La verdad es que hay una gran necesidad de acogida, de propuestas educativas, de seguimiento, de acompañamiento. Creo aquí en Mallorca esto es posible desde lo que ya existe en este sentido y de todo lo que podamos introducir para que los jóvenes se sientan llamados a participar y sentirse realmente “Iglesia”, protagonistas dentro de la misma comunidad cristiana y en su proyección misionera, hacia fuera, con un nuevo tipo de presencia.

¿Por qué cree que resulta tan fácil a atacar a la Iglesia? Parece casi una moda.

Nos pasa lo mismo que a Jesús. No respondemos a los ataques con la misma moneda. En este sentido somos más vulnerables. En nuestra sociedad hay un ambiente dominante adverso a la Iglesia, reacción que uno no se la explica del todo, porque cuando hablas individualmente con las personas no es igual, hay comprensión, valoración positiva e incluso voluntad de participación. Lo que pasa es que hay mucho prejuicio y mucha ignorancia sobre lo que es y hace la Iglesia. Con más conocimiento, información y una mejor voluntad de diálogo probablemente cambiaría a bien la actitud respecto a la Iglesia.

¿Cómo encaja que algunos políticos no asistan a los oficios religiosos que se celebran en determinadas festividades, que no lo hagan ni siquiera por cumplir con el protocolo?

Esto se encaja cuando no hay otro remedio. Me sorprende que eso no se reflexione ni se llegue a una decisión consensuada. Hay que tener claro que en una sociedad como la nuestra los cristianos somos una mayoría y esto queramos o no tiene un peso en nuestras relaciones humanas. En las fiestas suelen haber siempre algún acto religioso que conecta con el origen o la raíz de la fiesta. La mayoría tienen un nombre religioso y su origen está en un elemento religioso. Es lógico, por lo tanto, que la religión esté más o menos presente en los actos festivos. La participación de las autoridades tiene que ver con la representación que ostentan, aunque de forma individual no profesen la fe cristiana. Por otra parte, está la libertad de cada uno para asistir o participar, pero vería importante que al menos se reconociera la presencia de los actos religiosos en el programa de fiestas, como cualquier otro acto que creemos importante.

¿Se nos ha ido la mano con las fiestas populares? Por ejemplo, más allá de la proximidad de fechas, no entiendo qué hacen los “dimonis” en las celebraciones de Sant Sebastià de Palma. ¿Hay demasiado ruido y poco conocimiento de las fiestas de origen religioso?

En cierto sentido y atendiendo a su origen religioso, en algunos aspectos las fiestas populares se nos han ido de las manos porque, desconociendo su sentido original, hay que inventar muchas cosas que llenen este vacío. Puede y ha de haber mucha creatividad y cada época puede dejar impronta y ampliar el sentido de la “tradición”. Ciertamente, los “dimonis” no tienen nada que ver con Sant Sebastià, más bien es una secuela de las fiestas de Sant Antoni donde la proliferación de “dimonis” llena las calles y las horas. También tendría que conocerse bien quién es Sant Antoni, el porqué de los “dimonis”, foguerons, etc., y, para la otra fiesta casi seguida, quién es Sant Sebastià y su relación con la Ciutat de Palma y Mallorca.

A todos nos pasa que cuando estamos muy metidos en algo, nos enfrascamos y tendemos a perder el contacto con la realidad. ¿Cómo se mantiene el obispo al tanto de lo que sucede en la calle?

Si vives en una ciudad formas parte de ella, eres un ciudadano más. Yo intento vivir así, ir por la calle como todo el mundo, tratar con la gente con toda normalidad y conocer lo que pasa. Me gusta estar informado e informar bien. Es normal visitar las casas cuando vas conociendo familias, estar presente en las parroquias, encuentros, fiestas, celebraciones, enfermos, hospitales, instituciones y tantos otros lugares que uno va descubriendo y conociendo. Como ciudadano uno tiene los mismos derechos y obligaciones que cualquier otra persona y formas parte del conjunto de la ciudad.

Sin personalismos, a todos nos gusta dejar nuestra impronta. ¿Qué le gustaría conseguir en el Obispado de Mallorca que esté por hacer?

Creo que en parte ya he dicho muchas cosas que serían respuesta a lo que me preguntas. Pero lo que hay que conseguir es forjar una comunidad cristiana que anuncie a Jesucristo sin miedo y con convicción de fe, que hace del Evangelio su propio estilo de vida y que trata de contagiarlo a los demás con la palabra y con los hechos. Que la comunicación entre unos y otros, y con todas las personas que tratamos y con las que convivimos, fuera sincera y edificante, imperada por el amor. Hemos de derribar muros y construir puentes de confianza, de buen entendimiento, de diálogo, de justicia. Ya se hace mucho, pero la atención a los más necesitados de todo tipo, material y espiritual, tiene que ser una prioridad. Todos nos necesitamos y juntos podemos hacernos mucho bien. Me gustaría que los cristianos que formamos la Iglesia fuéramos en todo lugar un verdadero instrumento de paz.

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