Los niños se olvidan de ser niños
viernes 28 de junio de 2013, 07:10h
Cuando éramos pequeños y durante la adolescencia, unos más y otros menos, teníamos el íntimo anhelo de hacernos mayores. En ojos infantiles, la edad adulta es sencillamente fabulosa. Para un niño, los adultos hacen lo que quieren, van a dónde quieren, se visten como quieren, en cambio ser niño, adolescente o joven implica que se está bajo la tutela de los padres, se tienen que dar explicaciones por todo lo que se hace y además hay la obligación ineludible de estudiar, como dirían ellos: ¡vaya rollo¡ y si además les piden los adultos un 6.5 de nota para poder acceder a una beca ni te cuento.
En el fondo su percepción –todos lo sabemos- es sólo una bella ilusión, si en ese momento creyésemos lo que los padres nos dicen incansablemente, con seguridad disfrutaríamos más esa edad que no vuelve. ¿Que ha sido de los niños que jugaban en la calle? ¿De los paseos por el campo? ¿De la caza de mariposas? ¿De la colección de conchas en vacaciones? Es triste decirlo, pero se ha convertido en una ilusión que solo se refleja en los anuncios televisivos.
A las pruebas me remito, esta semana ha aparecido en todos los medios, el último icono fashion, un niño de 5 años llamado Alonso Mateo, hijo de una estilista y el CEO de una empresa de capital riesgo. El chico, es a su corta edad uno de los personajes más seguidos en las redes fashionistas, según sus padres por voluntad propia, según muchas opiniones es solo un niño utilizado o sometido a los deseos paternales. Bajo mi punto de vista, este fenómeno solo se puede calificar como locura.
Dicen que los males nunca vienen solos, al fenómeno Mateo, los medios se hacen eco de otra tendencia, esta vez entre adolescentes. Jóvenes de edades comprendidas entre 15 y 20 años han puesto de moda sortear entre un reducido y seleccionado grupo de candidatos, relaciones sexuales a cambio de dinero, a estas fiestas las han denominado “ruleta sexual” y lo que antes se reducía a beber y bailar durante toda la noche, ahora se ha convertido en una sucesiva serie de intercambios sexuales de todo tipo por mera diversión. Lo repito, una locura.
Al riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, se añade el daño psicológico que implica el afrontar el sexo bajo la premisa de una transacción monetaria.
Sinceramente, estas noticias dejan a cualquiera sin palabras y con la sensación de que el mundo se está volviendo loco, y con él las generaciones venideras. Ya nada es lo que era y seguramente por desgracia, ya nunca lo será.