El pasado lunes festejábamos el Día Mundial de los Abuelos, que son pieza fundamental para el funcionamiento de las familias. Lo eran antes –probablemente lo fueron siempre como referente familiar y social–, pero en estos últimos años han reforzado su papel y ampliado notablemente sus responsabilidades. El 20,4 por ciento considera que dan apoyo emocional (cariño) y un 16,7 por ciento considera que son los que mantienen unida a la familia.
Cada vez es más frecuente ver a abuelos al mando del cochecito de sus nietos, y abuelas que esperan a mediodía la salida de los niños del colegio. Son abuelos jóvenes que, para bien o para mal, viven una segunda paternidad. El nuevo rol de los abuelos es consecuencia también de los cambios en la estructura familiar y de los difíciles horarios de trabajo de sus hijos.
Pieza fundamental para el mantenimiento de la unidad familiar, los abuelos son portadores de la historia, transmisores de cultura, y en ocasiones ejercen una labor de mediación en los conflictos entre la segunda y la tercera generación. Históricamente, la figura del abuelo ha sido un referente en la vida de las familias, ligada, sobre todo, a la infancia de los niños. Sin embargo, en nuestros días es frecuente encontrar adultos con abuelas y abuelos vivos.
Hay más mayores que cuidar, pero también más mayores para cuidar. El futuro, sin embargo, dependerá de las decisiones de fecundidad de los más jóvenes; y, en este sentido, se prevé que las generaciones nacidas a partir de 1975 cuenten con menor número de abuelos, y estos, a su vez, tengan menos nietos.
Como los jóvenes se están casando a edades superiores y es previsible que sus hijos hagan lo mismo, los abuelos futuros no serán sin duda abuelos jóvenes y no podrán colaborar tanto en la atención de los nietos, ni en el apoyo al matrimonio de los hijos.
El cambio de rol de nuestros abuelos se apoya también en otras causas que hacen de ellos unos pioneros: la reducción del núcleo familiar, una mayor valoración de lo emotivo que afecta sobre todo a los varones, la incorporación de la mujer al mundo laboral y la extensión del fracaso matrimonial. A los niños pequeños a los que no pueden cuidar sus padres -por separación o divorcio, porque trabajan o por cualquier otro motivo- ya no los cuidan sus hermanos mayores, porque casi no tienen; los cuidan los abuelos.
Los abuelos tienen un papel insustituible como escuela donde desarrollar las virtudes y los afectos, pueden modular los aspectos más tensos de la convivencia paterno-filial, cooperan en las tareas del hogar cuando su salud lo permite, y aportan una visión menos parcial de todas las situaciones por la trayectoria recorrida.
Aunque todo esto es positivo, también pueden darse algunos excesos. Con frecuencia, las circunstancias obligan a los abuelos a ejercer funciones que deberían cumplir los padres: la educación y la atención de las necesidades básicas.
Las relaciones entre abuelos y nietos tienen un marco específico que las distingue de las relaciones entre padres e hijos, en especial la 'distancia generacional' que puede facilitar el establecimiento de relaciones más libres. Ni los abuelos tienen la misma responsabilidad sobre los nietos que los padres sobre los hijos, ni los nietos sienten la necesidad de rebelarse contra los abuelos.
Cuando esta distancia no se respeta, se producen conflictos familiares, los nietos acusan las ausencias de los padres, y los abuelos -sobre todo las abuelas-, la carga de trabajo que supone el cuidado de los nietos, las diferencias en las culturas de crianza y la ambigüedad con respecto a la responsabilidad última de la atención.
El papel de los abuelos es fundamental porque tienen la experiencia, la sensatez, el criterio y el amor para ayudar en la educación de los nietos. La sociedad debe aprovechar y, sobre todo apreciar, la relación de los abuelos con los nietos, ya que ofrece a ambos posibilidades de enriquecimiento humano, profundas enseñanzas y, sobre todo, formación en valores.