Hace unos días leí un twitter de la Ministra de Educación en el que loaba un artículo de la revista ScienceMagazine que recogía evidencias científicas en torno a la reapertura de centros educativos de cara al nuevo curso académico que empieza en cinco semanas.
La ministra remarcaba como importantes los siguientes elementos: confeccionar grupos pequeños, usar mascarillas y mantener la distancia social para evitar contagios y garantizar la seguridad en los colegios e institutos.
Esta premisa es magnífica desde un punto de vista teórico, pero me pregunto yo: ¿Se pueden aplicar estas medidas en todos los centros educativos? Mi respuesta es: NO.
A día de hoy, la mayoría de centros educativos sufren una falta de espacio que no les hace viable planificar grupos de no más de quince alumnos. Además, para hacer eso se necesita aumentar el número de profesores. No digo duplicar porque hay muchos centros educativos que cuentan con dos profesores en el aula en muchas de las assignatures. Pero sí aumentar. Y para eso necesitamos a quien Quevedo le otorgó la cualidad de poderoso caballero, el dinero.
Sabemos que va a haber dos mil millones de euros para invertir en educación y repartir entre las comunidades autònomes. ¿Cuál va a ser el criterio para asignar estas partides? ¿Cuáles van a ser los objetivos para la inversión de este dinero? ¿Se va a consensuar con el resto de formaciones políticas la distribución de esta fuente de ingresos?
Pues la respuesta a estas preguntas es una incógnita. Quizás, este gobierno la resuelva antes de que nos encontremos con el dinero encima de la mesa. Aunque lo deseable sería que se consensuase antes con las comunidades autónomas los criterios de distribución por complir con eso de la transparencia y la escucha activa, modelizadores éstos de la nueva normalidad política.