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Lo previsible y esperado

Por Gregorio Delgado del Río
sábado 20 de julio de 2024, 05:00h

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Ya lo saben. Vox ha roto con todo: ”Y hete que Abascal, en una semana y a espaldas del partido, deja a Meloni por Orban, rompe con el PP y sabotea la alternativa de Gobierno. Feijóo siempre será más pro OTAN que Sánchez, atado por sus aliados comunistas y Puigdemont, todos rusófilos. Por eso Putin prefiere a Sánchez” (Jiménez Losantos). Para seguir, cual mosca cojonera, se ha reservado, para otro momento, la ruptura en los Ayuntamientos, a la vez que ha ordenado la resistencia en la Presidencia, que ostenta, de algunos Parlamentos autonómicos.

A poco que se interesen por la política, es muy probable que se hayan sorprendido ante semejante tropezón irresponsable de Vox. Estoy seguro que se han preguntado qué hay detrás para poner en tan claro peligro el liderazgo del mismo partido e incluso su propia supervivencia y viabilidad. Personalmente siempre he creído que es demasiado arriesgado pactar con gente que no es de fiar; que pactar con Vox constituía un grave error que el PP habría de lamentar; que, más pronto que tarde, los posibles pactos que suscribiese saltarían por los aires; y que, de todos modos, los líderes de Vox seguirían empeñados en hacer inviable para el PP ser la alternativa a Sánchez. ¡Patriotismo puro!

Tan convencido y seguro estaba en mi posición -creía conocer muy bien el percal- que, en dos ocasiones, osé sugerir a la presidenta de Baleares la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas. Lo ocurrido, por tanto, no ha sido para mí noticia. Tampoco ha sido noticia ‘inesperada’, ni ‘imprevisible’ para Andrés Trapiello, pues, según Jiménez Losantos, llevaba mucho tiempo cociéndose y ‘antes o después esto iba a pasar’ (Paloma Esteban, referido a un sector de opinión del PP).

Creo conocer el fondo ideológico que abraza el núcleo duro de sus dirigentes, incluido Santiago Abascal, así como el que, a diario, expanden quienes le vienen, mediáticamente, apoyando. Vox ha mutado y ahora se parece mucho, en su funcionamiento, a una organización religiosa. La he padecido y experimentado en carne propia. Como ya advertí en MD (Vox, como una organización religiosa), construyen su seguridad en ‘verdades monolíticas e inflexibles’. Se manifiestan ante los demás por sus dogmatismos, por sus proclamas de poseer en exclusiva la verdad en todo. Suelen ser personas obsesivamente rígidas y, como tales, siempre esconden algo detrás. Practican el deporte nacional de la división y el enfrentamiento. Abundan, entre sus dirigentes más cualificados, quienes pertenecen a una Iglesia católica del pasado y/o tienen que ver con alguna organización católica de carácter fundamentalista y radical. Legítimamente participan, en mi opinión, de un catolicismo entendido como religión de creencias, en el que la sumisión y la obediencia son piezas claves de un sistema absolutamente jerárquico. Pues bien, tómense la molestia de leer a Buxadé (Tener opinión, en “La Gaceta de la Iberoesfera”) y, al encontrarse con el catecismo de funcionamiento en Vox, expuesto con detalle, comprobarán que no exagero.

Es evidente que no han sabido explicar las motivaciones del desatino llevado a cabo con la excusa del reparto de los ‘menas’. No han consultado con sus militantes ni con los mandos inferiores. Todo ha sido modo, al parecer, muy religioso, esto es, ordeno y mando. El resto a someterse y obedecer. Sólo, y para acallar la contestación interna, han recurrido, no faltaba más, al principio de jerarquía: ”Esto lo ha decidido gente que sabe mucho y está por encima”. ¿A quiénes se refiere? Prefiero que cada cual lo imagine.

Desde luego, tienen que saber, en efecto, muchísimo. “¿Y, se pregunta Jiménez Losantos, cuándo decidió Abascal entregar Vox a Putin, y estos grandes patriotas españoles se hicieron patriotas de Moscú? ¿Anticomunistas de Putin? ¡Ja! Moscú añade Voxemos a Podemos. Y Abascal prefiere ser otro Alvise. ¡Vaya sabiduria! ¡Qué genios, madre mía!

Y, ya que estamos en ello, por qué no preguntarse, ¿cómo es que, con lo que dicen ser, no optaron, en la cuestión de los ‘menas’, por seguir el dicho de Pablo, ‘el amor del Mesías nos constriñe’ (2 Cor 5, 14)? ¿No se sienten interpelados ni siquiera para testimoniar la caridad, la solidaridad y la humanización con los demás? ¿Cómo es que prefirieron, una vez más, volver a ser un obstáculo para hacer viable una alternativa al actual Gobierno sanchista? ¿Cómo es que no les repugna participar, de modo activo, en algo tan repugnante y contrario al cristianismo como es la división entre los españoles? ¡Siempre esconden algo! ¡Acabarán muy mal!

En la vida, procuro funcionar de acuerdo con este criterio bíblico: “Más vale un buen final que un buen principio” (Ecl 7, 8). Aunque el órdago de Abascal pueda dar lugar a situaciones de verdadera incertidumbre, debería ser obvio para el PP “que alejarse de Vox es la única manera de ensanchar el electorado y volver a tener una mayoría suficiente” (Paloma Esteban). Personalmente, lo pensaba antes, y ahora, con más razón. Veremos en que acaba este movimiento.

Si esto es así, como parece, el PP ha de tomar, de una vez por todas, buena nota, obrar en consecuencia y hacer ahora lo que no tuvo el coraje de realizar después de la elecciones municipales y autonómicas. Viene obligado a aprovechar la ocasión que Vox le ha brindado. La derivada, por tanto, es clara: allí donde gobierna (Ayuntamiento o cualquier otra institución), con el apoyo de Vox, ha de rectificar. Esto es, hacer visible socialmente que se acabó lo que se daba. No ha de caber duda alguna al respecto. Nada de esperar o tener paciencia a ver si, a la vuelta de vacaciones, Vox se retracta de su decisión. En modo alguno, el PP ha de conformarse con la situación actual. Que Vox tenga el perfil que quiera. Pero, el PP ha de tener muy claro que no debe, en modo alguno, facilitar la neutralización de su fuerza política para llegar a crear por sí mismo una autónoma e independiente alternativa. La consecuencia, por tanto, se impone: romper con Vox en los Ayuntamientos y en cualquier otra institución. Si el PP sigue chapoteando en la ambigüedad pasada, difícilmente será mayoría suficiente.

Ya conocen lo ocurrido. Ya saben con certeza que dejar la puerta abierta a la colaboración con Vox no les ha funcionado. Las cosas son así. Muchos, que se han quedado en su casa, como antiguos votantes de UpyD y Ciudadanos, por ejemplo, no votarán al PP en el futuro si éste se abre a la colaboración con Vox. Se trata de derribar el muro, el relato, de la izquierda sanchista. No ponérselo en bandeja de plata.

Vox -¡no lo duden!- seguirá en sus trece. Está obsesionado con el PP. Experimentó en su día la frustración y no se sintió valorado. Por ello, se escindieron. Ahora, preso de aquel pasado, experimenta un irrefrenable deseo de pasar la factura correspondiente. Así lo ha venido haciendo y continuará en tal empeño. Da la impresión que todavía no tiene claro ‘quien es su adversario ideológico’ (Pons Fraga).

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