Ya verán ustedes el lío monumental que vamos a terminar montando con los vuelos interislas y con los que nos enlazan a la Península. Vean: un vuelo a Berlín puede costar hoy 60 euros; uno a Londres; 40; a Madrid se puede volar, con el descuento, a partir de los 20 euros y nunca por más de 50. Este es el resultado de la libre competencia, que siempre beneficia a los consumidores. En cambio, allí donde ha metido su baza la política, donde se han puesto a fijar precios, tarifas, regulaciones oficiales, todo termina como el rosario de la aurora: una línea aérea única, fijando los precios que quiere, destrozando el bolsillo de los viajeros. Como siempre, creo que si los políticos se inhibieran, al final todo terminaría por ir mejor.
