¡Llámame tonta!, querido lector, pero yo juraría que este 2021 comienza potente en cambios estructurales, en crisis, en caos.
¡Llámame necia! Sin embargo, pienso que estamos cimentando nuestra nueva sociedad, estructurando lo que será el siglo XXI, un siglo que procedía del caos más absoluto, de la dejadez de funciones del alma, de la falta de ética, la incoherencia y la divagación.
Sé que puedo resultar absurda en mi diálogo, pero estoy convencida de que, entre las llamas, puede resurgir una pequeña parte de la población que, cansada de tanta hipocresía, de tanta decadencia, del absurdo de la vida, quiera volver a comenzar, a creer, y deje de temer por enfermar, por perder, por ser lo que no es, por respirar el aire marchito que no oxigena.
¡Llámame estúpida! Y, sin embargo, tengo fe en las personas, en que entre todo este caos resurgiremos entre las cenizas, que algunos pocos nos salvaremos si recordamos por qué estamos aquí y qué hemos venido a hacer a esta tierra.
¿Acaso, querido lector, piensas que estamos aquí solo para trabajar, tener hijos, ir al futbol o salir de copas?
¿Tal vez, querido amigo, has olvidado que estamos aquí para cumplir una función más elevada que la que tenemos hoy en día, que la de sobrevivir?
¿En serio piensas que estamos aquí solo para eso, para vivir una vida efímera que no deje nada tras nuestra muerte, más que un puñado de hijos frustrados y dolidos con la existencia?
¿Acaso piensas que Dios se esforzó tanto para esto, para que destrocemos nuestro planeta con nuestras malas acciones y con la pobreza de nuestras míseras almas?
¿De verdad crees que no saldremos de esta, que el mundo se va a acabar aquí y que todos moriremos si salimos de casa?
Es cierto que muchos morirán: Muchos, tal vez yo entre ellos, mañana no estaremos aquí, pero, sinceramente, tal vez esa persona ya no tenga mucho que aportar a esta vida, y su viaje haya acabado ya porque tiene que dar paso a otras vidas que se salven. O, simplemente, su propia muerte enseñe el camino de vuelta a casa a aquellos que están perdidos.
Tienen razón nuestros políticos cuando afirman que si salimos y nos relacionamos como antes moriremos. Pero ese morir no será solo físico, ya que olvidamos que muchas de nuestras almas ya estaban muertas en vida y, simplemente, subsistían sin una razón por la que hacerlo.
¡Llámame ilusa!, querido compañero, pero yo creo que otro mundo es posible, que otra realidad puede ser creada, si somos capaces de escucharnos desde la tranquilidad del silencio y de la oración de cada día.
Tengo fe, querido lector, en que mañana la luz volverá a brillar, las estrellas me iluminarán por la noche, el frío del invierno me recogerá, y la nieve me acariciará la piel en la madrugada.
Tengo fe en ti, querido amigo, tú que me lees entre estas líneas; tú, cliente mío, que vienes a hacer terapia y coaching a mi despacho, que vienes a ser acompañado en tu camino de crecimiento espiritual.
Creo en ti, querido lector de este diario que cada jueves, al leer mi columna, sonríes o te enfadas con mis palabras, porque, gracias a ti, otro día más será posible; porque gracias a tu aportación individual a la vida, el mundo sigue hacia adelante y podemos seguir creando entre todos un mundo mejor.