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Llámale Excálibur

viernes 10 de octubre de 2014, 09:20h

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Hola, lector. Desde ya te aviso que, si no te gustan los perros, no vas a entender mi artículo. Pensarás que soy un loco que le da una excesiva importancia a cosas que no importan nada. Por eso, si no te gustan los perros, para que no malgastes tu precioso tiempo, mi consejo es que dejes de leer ahora mismo este artículo. En serio: no sigas.

Hace pocos días en España se declaró el primer contagio del virus del ébola fuera del continente Africano. Una vez más, parece que no aprendemos, somos pioneros de lo negativo. Una vez te encasillan, es muy difícil escapar del arquetipo, sobre todo si te empeñas en continuar dando razones que alimenten el mito.

Desde este momento, y antes de entrar en la sustancia del artículo, quiero mostrar mi más profundo reconocimiento y admiración hacia la persona contagiada por el virus: MARÍA TERESA ROMERO RAMOS, una profesional que se expuso a un riesgo evidente, aunque teóricamente inexistente, para intentar curar a un compatriota que contrajo el virus ayudando a una gente que, seamos claros, importa bien poco en el resto del mundo. Son, en muchas ocasiones, imágenes borrosas de un telediario, oscuras figuras que han tenido la desgracia de no importarle a nadie. Tan poco importaban que nadie se molestó en buscar una vacuna para una enfermedad que, periódicamente, aparece en el continente olvidado.

Dicho lo anterior, no puedo evitar centrarme en el sacrificio del tristemente famoso Excalibur, el perro del matrimonio. Y no, aunque me salga de las tripas, no voy a lanzar una perorata sentimental lacrimógena reprochándole a las autoridades, sin dar motivos científicos, que no era necesario sacrificar al perro. De hecho, al contrario que los políticos que nos gobiernan, para decir que no era necesario sacrificarle voy a basarme en las declaraciones de Eric Leroy, el mayor experto mundial sobre el virus del ébola: NO HABÍA QUE MATAR AL PERRO, porque podía ser muy importante para la ciencia. Como veis, él no se aferró a un noble sentimiento frente a los animales, sino que esgrimió una razón científica para no matarle. Y no cabe duda de que, en estos momentos, falta ciencia y sobra política (y políticos). ¿A quién harían Uds. caso en cualquier asunto relacionado con el ébola, al Sr. Leroy o a Dña. Ana Mato?

Pero claro, qué esperar de un Gobierno que ni siquiera ha telefoneado al mayor experto mundial sobre el virus, al único que ha hecho un estudio sobre el tema y que, digo yo, algo sabrá sobre cómo atajar una crisis provocada por sus ERRORES. Parece increíble, ¿verdad?, le llama el diario El País pero no recibe una llamada del Ministerio de Sanidad.

No quisiera acabar el artículo sin, del mismo modo, mostrar todo mi reconocimiento frente al marido de MARÍA TERESA ROMERO RAMOS, JAVIER LIMÓN. No puedo ni siquiera imaginar por lo que estará pasando ese hombre. Su mujer se contagia del virus del ébola, le aíslan sin saber si padece esa gravísima enfermedad y recibe la llamada de un técnico para decirle que quieren sacrificar a su perro. Y, a pesar de la conmovedora oposición ciudadana, lo hacen.

¿Saben cuál fue la respuesta de Javier?: EL PERRO ES MI FAMILIA. Lo era, más bien. Quien haya llegado a este punto del relato, si leyó mi primera advertencia, le entenderá perfectamente. Quienes no amen a los perros y, a pesar de mi aviso, hayan seguido leyendo no entenderán nada y pensarán que soy un friki que le da más importancia de la necesaria a un “perro”. ¿Saben cuál es mi respuesta frente a quienes hayan decidido seguir leyendo? Que yo hubiera dicho lo mismo: MIS PERROS SON MI FAMILIA. Si alguien quiere llamarme loco por sentirlo o burlarse de mí por eso, que lo haga.

No, no me importa en absoluto lo que pueda pensar la gente de mí por decirlo. Me es indiferente que me digan que hay miles de asuntos más importantes que la vida de un “perro”, porque mis palabras no van a ser capaces de convencer a nadie. Es un sentimiento que se tiene o no se tiene. Entender la mirada de un perro, saber que está dispuesto a darlo todo por ti, no es algo que se transmita ni que se pueda explicar con palabras. Quien no tenga esa capacidad no va a saber nunca lo que es la lealtad incondicional, que es lo que tienen los perros, en el sentido más primitivo del término.

En todo caso, tras el triste sacrificio de Excalibur y viendo la enorme repercusión que su caso ha tenido, aprovecho para recordaros a todos que cada día mueren perros abandonados en las perreras porque no tienen dueño. Por eso, canalicemos de forma útil la enorme lección que nos han dado JAVIER LIMÓN y Excalibur: Adopta un perro. Adóptalo y salva su vida, ya que la de Excalibur no dependió de nosotros. Sitios para hacerlo hay muchos. Yo ya lo hice. Adopta un perro y llámale EXCALIBUR, para que no nos olvidemos de que, un día, mucha gente trató de defender su vida ante el absurdo político. Ante un esperpento que nos dejó en evidencia frente al resto del mundo.

Solo así, el sacrificio injustificable de Excalibur habrá servido para algo.

Gandhi dijo que la grandeza de una nación se medía en la forma que trataba a los animales. Lo que han hecho con Excalibur demuestra que tenemos lo que nos merecemos. @PabloPTU
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