Lipopharma no es la UIB
Por
José A. García Bustos
sábado 15 de abril de 2017, 03:00h
No voy a entrar a valorar algo que está pendiente de las conclusiones de la fiscalía pero Ia Operación Impía que investiga Lipopharma tiene muy mala pinta. Aunque la información ofrecida por los medios de comunicación, locales y estatales, mezcle indistintamente a Lipopharma o a la UIB, no son lo mismo. La UIB ha sido un trampolín para Lipopharma (y para otras empresas tecnológicas nacidas en base al conocimiento de investigadores universitarios) y es el equipo gestor de Lipopharma el que toma las decisiones estratégicas, de crecimiento o de comercialización. Sus directivos son los que han decidido vender, recibir donaciones o contraprestaciones, como quiera que eufemísticamente lo llamen, por un producto que aún no tiene la categoría de medicamento y al que se han aferrado personas en situación desesperada.
Las empresas derivadas o las spin offs son figuras muy necesarias para dar salida a la investigación hacia aplicaciones prácticas para la ciudadanía. En 2003, yo fui cofundador de una, cuando apenas se conocía esa figura. Gracias al apoyo de la UIB pudimos usar instalaciones, personas, materiales, equipamiento, conocimiento y fuimos beneficiarios de subvenciones estatales y, por tanto, de financiación, a la que no podríamos haber accedido en solitario.
En las spin offs o en las empresas derivadas, antes de intentar comercializar un producto debe proseguirse con la investigación básica para lograr adaptar el conocimiento a las necesidades del mercado. La investigación es cara. Por experiencia lo digo. Son horas y horas de personal investigador y compra de productos, reactivos, equipamiento de laboratorio que no posee la universidad. Incluso se puede llegar a un resultado no satisfactorio y tener que reformular la estrategia investigadora. Eso significa más recursos. Y recursos es sinónimo de dinero. En investigación es mucho dinero.
En todo este contexto, la figura de la universidad es vital como plataforma lanzadera. A cambio, puede participar en patentes o en los ingresos.
Quiero dejar claro que en nuestra universidad existen magníficos profesionales y sería injusto verter una sombra de duda sobre ellos por culpa de lo que ha ocurrido.
El apoyo y fomento de empresas derivadas o de spin offs en más que necesario si queremos retener el talento investigador y evitar que marchen fuera. Si no podemos competir con otros países en salarios, debemos hacerlo con la esperanza de una atractiva carrera profesional para nuestros investigadores. Para ello, antes se debe cambiar la negativa tendencia inversora en I+D por parte de la Administración. Como publiqué recientemente en este diario, Balears ocupa la última posición en el ranking en inversión en I+D, tanto por habitante como por personal investigador. Mientras que en el País Vasco, en primera posición, se destinan 58,6 millones de euros por cada cien mil habitantes; en Balears, como colista, solo se reciben 7,8 millones. La media estatal supera ampliamente la dotación que nos llega a Balears y se sitúa en 28,3 millones por cada cien mil habitantes.
Quizá así evitaríamos la tentación de obtener fondos de manera ilícita como, parece que ha ocurrido en el caso de Lipopharma. Repito, parece.
Pero sí que es reprochable un aspecto en la gestión de este tema por parte de los responsables de la UIB: Que no actuasen antes. Sobre todo, teniendo en cuenta los numerosos rumores que ha habido desde 2011. Incluso la Dirección General de Farmacia del Govern, en 2012, obligó a esta empresa a retirar publicidad por ser engañosa.
Era el momento de actuar. El Govern detectó una práctica irregular y se dejó que siguieran operando. Eran otros responsables los que decidían en la UIB pero el equipo actual tomó posesión de los cargos en 2013 y no se ha actuado hasta 2016. En ese tiempo son muchos los afectados que han pagado por este presunto fraude. En política, por menos (o MÉS) otros cargos han tenido que dimitir.