Con el Madrid tratando de zafarse de su mal inicio y el Barça a un ritmo de vértigo pero con cierta sensación de fragilidad, el Atlético ha entendido que es un buen momento para asomar el morro. Cierto es que lo ha hecho con el vestido que ha elegido Falcao, pero no es menos cierto que sus dos adversarios presentarían números muy diferentes sin Ronaldo y Messi en nómina. Así que en una temporada en la que seguirá sin haber clase media, la Liga vive con júbilo la trayectoria de un equipo que vivía casi en exclusiva de sus grandes aventuras europeas.
El Atlético de Madrid no sólo ha cambiado desde la llegada de Simeone –entrenador que debería vivir apartado del fútbol desde que como jugador le clavó los tacos a Julen Guerrero-, sino que su modelo deportivo ha variado. Ha hecho pocos movimientos este verano, se ha quedado con la raspa del curso anterior y ha acentuado zonas débiles y estratégicas. Una buena decisión. En un campeonato en el que equipos como Celta o Deportivo, que tuvieron dos semanas para preparar a conciencia sus enfrentamientos ante Madrid y Barça, que reunieron a todos sus internacionales un par de días antes, son incapaces de mover el avispero, la llegada del Atlético es bienvenida. Otra cosa es que cuando lleguen las grandes citas se mantenga en pie. Veremos.
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