EMILIO ARTEAGA. Desde hace unos días estamos recibiendo en el hospital de Inca algunos pacientes con diagnóstico clínico de sarampión. En algunos casos hemos visto dos personas de la misma unidad familiar. Si se confirma el diagnóstico, para lo que se han remitido muestras biológicas al laboratorio del Centro Nacional de Microbiología, estaríamos ante un pequeño, de momento, brote epidémico de la enfermedad. Todos los pacientes observados hasta ahora en el hospital son adultos o adolescentes, de edades entre los 16 y los 55 años y, lo más preocupante, varios de ellos no están vacunados y, al menos en dos casos, no lo están por decisión de los padres.
Hace algunos meses ya traté el tema de las vacunas, de las concepciones no científicas que llevan a la decisión de no vacunarse y no vacunar a los hijos y de las consecuencias individuales y colectivas que dicha decisión puede acarrear y no es cuestión de repetir ahora todo lo ya expuesto en su momento, pero sí de insistir en algunos aspectos fundamentales, que nunca está de más resaltar. En primer lugar, cuando unos padres toman la decisión de no vacunar a sus hijos, las consecuencias de dicha decisión no les afectarán a ellos, sino a los niños, que serán los que padecerán la enfermedad y sus secuelas, teniendo en cuenta que muchas de estas enfermedades son más graves cuando se contraen de adultos que en la infancia. En segundo lugar, cuanto mayor es el porcentaje de personas no inmunes, mayor es el riesgo de que el virus circule y se transmita y produzca estos brotes epidémicos, que afectarán a aquellas personas que, por razones médicas, no se pueden vacunar, o han perdido la inmunidad.
Así pues, la decisión de no vacunar es un riesgo para uno mismo, para los hijos y para la comunidad. Quizás los comités de bioética deberían estudiar el tema y pronunciarse sobre las responsabilidades exigibles por las consecuencias de las decisiones de no vacunar. No creo que se deba limitar la libertad individual, pero sí que se deberían considerar los posibles efectos perjudiciales para terceros o para la comunidad. Por ejemplo, en el caso de un brote de una de estas enfermedades prevenibles, las personas no vacunadas por decisión de sus padres, o propia, no hubieran contraído la enfermedad de haber sido vacunados y, por tanto, si no había ninguna contraindicación para la vacunación, quizás se debería considerar reclamar a los responsables al menos una parte del gasto provocado por la asistencia sanitaria, quizás en forma de tasa, ya que se trata de un consumo de recursos públicos evitable, directamente imputable a una decisión personal contraria a la política sanitaria establecida de acuerdo con un amplísimo consenso científico internacional.
También debería considerarse el derecho de los hijos a reclamar responsabilidades, económicas si más no, a sus padres por el hecho de no haberles vacunado, si acaban contrayendo alguna de las enfermedades prevenibles y muy en especial en el caso de padecer secuelas graves. No soy jurista ni tengo conocimientos de derecho, pero he leído muchas veces en los medios de comunicación acerca de casos de litigios, instigados por los hijos o, en su nombre, por instituciones públicas, por acciones u omisiones de padres, no necesariamente de mala fe, que puedan haber perjudicado a los hijos. Si un joven al que sus padres han decidido no vacunar contrae la poliomielitis y queda impedido para siempre, ¿no debería poder reclamar a sus padres?. ¿No debería la Administración Pública poder reclamar a los padres por el gasto generado al sistema nacional de salud, al de pensiones y al de asistencia?.
El ejercicio de la libertad individual debe ir acompañado de la aceptación de la responsabilidad de las consecuencias del mismo, especialmente cuando de las decisiones tomadas en uso de ese derecho se pueden derivar perjuicios para terceras personas y para la sociedad en su conjunto y existen recomendaciones, programas e información suficiente para saber de los peligros de dichas decisiones, incluso aunque no esté en la voluntad de quien las toma el causar dichos perjuicios, y lo haga por razones ideológicas, religiosas, filosóficas, supersticiosas, pseudocientíficas, sectarias, de imitación o emulación de personajes de fama efímera, o cualesquiera otras razones.