La protagonista de nuestra primera historia es Elisabet Safortesa Gual-Desmur. Nacida en 1530 en Can Tagamanent, casa señorial que da nombre a la Plaça de Can Tagamanent de Palma, era hija de Magdalena Gual-Desmur y de Mateu Safortesa. Formaba parte de la Casa de Safortesa, una familia acomodada de la alta aristocracia catalana, que se instaló en Mallorca tras la conquista del Rei en Jaume.
En 1548, conoció a una Catalina Thomàs i Gallard que comenzó a trabajar en la casa de la família Safortesa Gual-Desmur como sirvienta. Entonces, nació una gran amistad. De hecho, cuentan que Elisabet fue quien enseñó a leer, escribir y bordar a la futura 'Beata'. Siete años más tarde, a los 21 años, 'Sor Tomaseta' entró como monja en el histórico Convent de Santa Magdalena.
Elisabet, que profesaba una gran admiración por Catalina, estuvo a punto de seguir sus pasos, pero acabó casándose con un aristócrata catalán. Sin embargo, el matrimonio no duró mucho, ya que él falleció, tal y como relató el cardenal Antoni Despuig en la biografía que llevó a cabo de la santa mallorquina: "En su juventud, Elisabet tenía deseos de ser religiosa, y esperaba llevar a buen puerto sus planes en el convento de Santa Magdalena con su compañera Catalina; pero, esta le anunció que nunca se pondría ningún velo religioso sobre su cabeza. Poco después se casó con un noble caballero llamado Jordi de Santjoan, que tenía el cargo de procurador real".
Despuig agrega que "pese a la diferencia de estado civil, Elisabet y Catalina mantuvieron el contacto; Elisabet iba a visitarla al convento y existió entre ambas un afecto cordial. A los pocos años de casada, Elisabet enviudó. Consolada por Catalina, quedó tan desengañada de las vanidades del mundo, que tomó la dura resolución de encerrarse, previa autorización del Capítulo de la Seu, en una pequeña estancia situada al lado de la capilla de Sant Pere de la Seu, al lado de la Epístola".
EMPAREDADA HASTA MORIR
A pesar de la singularidad de su petición, y de que en un principio los responsables de la Catedral se negaran, la joven y rica Elisabet logró su objetivo a base de insistencia. Era 1576. Su amiga monja había fallecido dos años antes y ella llevaba casi cuatro de viuda. En su celda, situada donde ahora está ubicado el mural de Miquel Barceló, en la capilla del Santísimo, pasó los siguientes 13 años. Y es que, hay que tener en cuenta, que recurrir al suicidio hubiera comprometido su acceso al anhelado cielo.
Para que pudiera comer y beber, se instaló un pequeño torno. Así, su única conexión con el mundo exterior era una pequeña ventana, visible desde el exterior de la catedral, ubicada a más de dos metros de altura, que usaba para las largas horas de oración. Allí nació la leyenda de 'La Dama Emparedada', cuyos lamentos algunos palmesanos garantizaron escuchar durante siglos al pasar por La Seu, donde todavía se puede observar los restos del portal cegado que hizo cerrar y la pequeñísima ventana por la que podía respirar la brisa marina.
Tras su fallecimiento, el 16 de noviembre de 1589, su cuerpo sin vida fue sacado de la celda para ser enterrado en el antiguo convento de Santo Domingo. Sin embargo, cuando este fue derribado en 1837, su rastro se perdió. Según las hipótesis, los restos de Elisabet pudieron haber sido trasladados, en secreto, a la iglesia de Santa Eulalia... o incluso al Parlament de les Illes Balears.