Vaya por delante que los acuerdos entre PP y Vox que han desembocado en una cadena de elecciones de miembros del partido de extrema derecha como presidentes y presidentas de parlamentos autonómicos son absolutamente legítimos. Como también lo serán los gobiernos autonómicos que se formen entre ambas formaciones y lo son los que ya se han formado en muchos ayuntamientos.
Los ciudadanos han votado y otorgado su representación a las distintas fuerzas políticas y los acuerdos entre ellas para presidir parlamentos y constituir gobiernos autonómicos y municipales son lícitos y acordes a la ley y a la constitución.
Pero todos son legítimos. Los acuerdos que desembocaron en la moción de censura a Mariano Rajoy eran igual de lícitos. Y el pacto de investidura que ha permitido gobernar a Pedro Sánchez los últimos cuatro años era tan legítimo como los suscritos por PP y Vox, puesto que eran pactos entre diputados elegidos democráticamente que sumaban una mayoría suficiente para censurar y hacer caer un gobierno primero e investir un nuevo presidente después.
El tratamiento de los medios de comunicación, de los periodistas y de los opinadores de derechas no ha sido, en cambio, el mismo. Mientras que en los últimos días están clamando por el reconocimiento de la legitimidad de los pactos PP-Vox y de los gobiernos que les sucedan, llevan años diciendo que las mayorías de la moción de censura de Rajoy y de la investidura de Sánchez eran ilegítimas, que el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos era igualmente ilegítimo e incluso calificaban a Pedro Sánchez de usurpador y felón, entre otras lindezas.
Curiosa, en realidad no, doble vara de medir. Los votos y diputados de Esquerra Republicana, Junts per Catalunya, PNV, Bildu, Compromís, CUP, BNG o cualquier otro partido son tan legítimos como los de Vox, pero no le parece así a la brunete mediática y adláteres, ni tampoco al propio PP (ni por supuesto a Vox), que lleva estos años vociferando, no contra la labor del gobierno de coalición, que también, sino contra la legitimidad de su propia existencia.
Ahora, en cambio, les parece muy mal que se critiquen sus pactos y reclaman la legitimidad de los mismos, que en realidad nadie, o casi nadie, ha puesto en duda, a diferencia de lo que ellos hacen con los demás. Lo que quieren decir en realidad, es que no digieren nada bien las críticas negativas, cosa habitual en la derecha española desde siempre, también en parte de la izquierda.
Criticar los pactos PP-Vox no es criticar su legitimidad. Son legítimos, pero no necesariamente buenos, ni convenientes, eso es cuestión de opinión y, como tal, sometido a debate público. De momento, lo único que sabemos con certeza son los puntos del acuerdo de gobierno autonómico en València y son muy preocupantes, en mi opinión claro está, pero no le niego legitimidad.
Tampoco es que nos coja de sorpresa. Una de las características de los miembros de Vox es que son muy activos en las redes sociales y suelen escribir lo que piensan con claridad, así que todos sabemos a qué atenernos. Aunque alguna presidenta del parlamento aragonés haya borrado todas sus redes, lo escrito, escrito está.
En el caso del presidente del parlamento balear, por lo que ha dejado escrito, entre otros sitios en este diario digital, sabemos que es negacionista de la pandemia, al menos de la necesidad del confinamiento y del uso de mascarilla, contrario al aborto y a la eutanasia, negacionista del cambio climático y adherente a la teoría conspiranoica de la gran sustitución, también denominada del gran reemplazo y negacionista de la violencia de género, todo lo cual me parece muy inquietante, pero aun más desasosegante me resulta la facilidad, la docilidad, con la que el PP ha entregado el cargo que ostenta la segunda autoridad autonómica a una persona con ese ideario; pero eso sí, es legítimo.