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Lecturas

Por Jaume Santacana
miércoles 10 de agosto de 2022, 03:00h

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Así, como de principio, les voy a aclarar que el título de este artículo semanal, “Lecturas”, no se refiere a la clásica revista homónima, dedicada a las frivolidades del mundillo de los famosos ni, mucho menos con la expresión que se utiliza, habitualmente, para conocer los números del contador de electricidad casero. Sí, en cambio, que, en esta ocasión, “Lecturas”, describe una de las actividades humanas más interesante y provechosa, desde el punto de vista de la intelectualidad, así, en general: leer.

Debo confesarles -no sin cierto orgullo y un atisbo de modestia (falsa o no)- que poseo, en mi casa, una biblioteca con un volumen de escritos bastante considerable. No se trata de unos muebles decorativos, que también, sino que hablo de unos objetos, unas piezas, que se hacen querer y que representan -así como quien no quiere la cosa- un compendio de sabiduría, distracción, entretenimiento y, sobre todo, aprendizaje. Mis libros son mi mascota. Y sí, acumulan polvo y ocupan un buen lugar pero, por lo menos, no es necesario alimentarlos a diario ni, por supuesto, no ladran; mis libros son, básicamente, silenciosos y su presencia produce más admiración y servicio que otra cosa.

Con el tiempo, he podido constatar las distintas reacciones que produce mi biblioteca ante el asombro de las personas que me visitan. Insisto en la magnitud del espacio ocupado; no es fácil su invisibilidad ni los comentarios al respecto. Así pues, el comentario general, el más común, de entre la gente que visita por primera vez mi humilde morada es una pregunta: ¿”Te los has leído todos?”

La verdad: esta es una pregunta que me desconcierta y, en cierto modo, me perturba y me desazona ligeramente. Cierto que -todas estas personas que utilizan, de entrada, este interrogante- suelen ser lectores de pocos escritos; la gente “leída” no inciden nunca en esta pregunta. Mi respuesta a tal interrogante suele variar aunque, normalmente, acostumbro a responder con una vaguedad algo irónica: “No, ¡qué va!, mi biblioteca es puramente decorativa”, con lo que los visitantes suelen responder con un simple “¡Ah!”.

La humanidad -la más cercana a nuestra limitada visión- lee poco y, en cierta medida, mal. No me malinterpreten: no estoy juzgando a nadie; es pura elucubración gratuita y superficial.

No hay tiempo, dicen, para leer. Nuestros conciudadanos bastante tienen con su trabajo, sus familias, sus mascotas y sus vacaciones: la lectura no está entre sus prioridades; y me parece muy bien, de verdad: cada uno elige sus preferencias; libertad ante todo.

Cierto es que, con la aparición de los ordenadores y, principalmente, con sus acólitos, los teléfonos móviles, la afición a la lectura ha disminuido en un porcentaje considerable, lo cual se puede observar, normalmente, en los medios de transporte público en los que antes, antaño, se podía ver a usuarios con la vista puesta sobre un libro, cosa que ahora, hoy en día, le echan un ojo (o los dos) a sus móviles. En los vagones del metro (un transporte que zarandea menos que el autobús) un 99% de los transportados están usando sus teléfonos.

Por otra parte, la lectura general, la más buscada, suele ser grandes, enormes novelas de las llamadas best sellers, es decir, las más vendidas; es lo que la audiencia televisiva a los espectadores. En mi primera juventud -¡ay!- las personas con escasa cultura pero con ganas de leer, acostumbraban a devorar “novelitas” de tipo romántico (Corín Tellado, por ejemplo). Actualmente, las personas necesitan (los que lo necesitan) tragarse estos lomazos -habitualmente extranjeros- y disfrutar de sus tramas. Porque, sí, las tramas aportan la intriga necesaria para mantener el nivel de interés para los lectores; como más complicados los argumentos, mejor que mejor. Otra cosa es que el contenido, en cantidad de veces, sea flojo o muy deficiente; y no hablemos de los valores literarios o intelectuales que dicha literatura puede brindar. Pero bueno, no soy yo quién para menospreciar al público que tiene por costumbre leer este tipo de “exitazos” taquilleros. Me parece perfecto que la gente lea; simplemente esto, que lea.

A mi, personalmente, me place más conectarme con libros con un alto contenido “maestro”: ensayos, descripciones, relatos, de historia o de política y, por encima de todo, libros escritos con un alto valor literario y de pensamiento elevado. Y, por favor, no me traten de intelectual pedante; no voy por ahí. Cada uno, a sus gustos.

Que ustedes lo pasen bien (el verano, por ejemplo).

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