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Las verdades a medias

jueves 03 de abril de 2014, 18:28h

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Ni siquiera una mentira es más falsa que una media verdad, porque no puede confundir a su destinatario como si hace la segunda.

El pasado domingo Jordi Évole quiso dar su particular visión sobre la actualidad del País Vasco, aportando una visión optimista de las cenizas del “conflicto” vasco; término que entrecomillo porque su existencia presupone el enfrentamiento entre dos bandos. Lo que ocurre es que en este “conflicto”, un bando lo conformaban asesinos y mafiosos que pegaban tiros en la nuca o ponían bombas y el otro bando lo conformaban niños, mujeres,  periodistas o políticos que volaron en pedazos, que no tenían ninguna relación con el “aparato tardofranquista represor” frente al que se “defendían” supuestamente los etarras. No lo olvidemos, por favor. No LES olvidemos.

No pongo en duda que la idea de Jordi Évole fuera la de demostrar que una convivencia en paz es posible en un pueblo que ha dejado atrás tantos muertos, debiendo olvidar viejas rencillas y conflictos. No dudo de su buena voluntad, vaya por delante. Lo que pasa es que al ver el programa descubres que un alcalde de Bildu en Rentería, que al parecer organizó una conferencia en la que hablaron víctimas y familiares de presos, evita “hacer juicios de valor” al ser preguntado por los atentados etarras. Pero, ¿acaso que un niño muera volado por un bombazo precisa un juicio de valor? ¿Qué a una joven le vuelen las piernas porque unos asesinos quieran la independencia de un territorio es opinable? ¿Me puede decir alguien qué relación existe entre poner una bomba en un centro comercial y las supuestas torturas y represión tardo franquista?

Más indignación si cabe me produjo la entrevista que les hizo Jordi Évole a dos individuos en un bar (les llamo individuos porque si digo lo que pienso de ellos la semana que viene no leeríais ningún artículo mío). Estos dos “sujetos” le preguntaron a Jordi Évole que de qué terrorismo estaba hablando, además de afirmar que para ellos la acción armada no era más que la defensa legítima de un pueblo y que gracias a ella estaban ahora como estaban. Y yo me pregunto, ¿cómo están ahora, además de con 1000 muertos más? ¿Acaso desde el año 1978 alguien les ha prohibido usar su lengua o vivir sus costumbres? ¿Qué han ganado? Durante la entrevista Jordi se intentó refugiar en uno de ellos, que tenía algo más de habilidad dialéctica que el otro –cosa que no era difícil- pero lo único que obtenía eran las mismas respuestas con mejores palabras.

A pesar de ello, la idea propugnada por el programa fue la de que la reconciliación es posible. Ahora bien, de las declaraciones de la izquierda abertzale deduzco que para ello los amigos y familiares de los muertos se verán obligados a aguantar una suerte de equiparación entre lo que ellos califican como “víctimas” del conflicto, que al parecer afecta a ambos “bandos”. Porque encima, además de no condenar los atentados, la mujer de un preso etarra tuvo el cuajo de quejarse de los muchos kilómetros que tenía que hacer para ver a su pobre marido en Cádiz y que los familiares de los presos “no habían elegido” serlo. Hombre… en su caso sí había elegido, ¿no? Yo tengo claro que no me casaría con una mujer que defendiera los asesinatos por la independencia de un territorio.

Pues bien, después de esta idílica idea de convivencia y normalidad entre dos bandos que había visto en el programa de Évole, decidí ver el reportaje de Cake Minuesa, que acompañó a las víctimas al País Vasco para hacer un homenaje. Pues bien, en el programa se ve claramente cómo quienes apoyaron en su día a los etarras insultaban a las víctimas diciendo que iban a provocar. Incluso uno de ellos manifestó que ojalá tuviera una metralleta para matarles a todos. Otros, por su parte, insultaban a Cake Minuesa llamándole “perro”.

Ante esto, Cake no adoptó una posición meramente neutral. A Cake nadie le dijo que condenar un asesinato implicaba un juicio de valor y obtuvo la callada por respuesta. También pudimos ver cómo un hombre sufría amenazas por ponerse la camiseta de España o cómo algunos políticos de pequeños pueblos tienen que seguir llevando escolta para evitar posibles agresiones.  De hecho, Cake se plantó en casa de Bolinaga para ver si está tan enfermo como dicen, porque al parecer no lo está tanto como para no dar paseos por su pueblo tranquilamente.

Para mí, los hechos hablan por sí solos. No hace falta emitir “juicios de valor” en este caso.

Cake no relató una historia que le contaron unas personas, sino que se posicionó claramente a favor de las víctimas y habló de perdón y de paz, claro, como TODOS deseamos. El problema es que la paz no puede conllevar otra humillación para los familiares de las víctimas.

No hablo de vencedores y vencidos, porque no creo que la viuda de un asesinado se pueda sentir vencedora. Hablo de que esa mujer, al igual que sus hijos y amigos, sientan que los asesinos de su ser querido no son tratados igual que ellos.

No podemos equiparar a un lado y a otro. No podemos –ni debemos- permitir que un lenguaje ambiguo justifique veladamente asesinatos. El miedo no debe callarnos y a mí, desde luego, no me callará.
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