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Las varias caras del terror

martes 26 de marzo de 2024, 04:00h

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El brutal atentado terrorista perpetrado en una sala de conciertos en las cercanías de Moscú ha dejado más de ciento treinta muertos y cien heridos y unas escenas de infinita crueldad difíciles de asimilar. Las imágenes de los criminales disparando indiscriminadamente a personas indefensas, rematándolas cuando ya estaban abatidas y lanzando bombas incendiarias sobre la gente, al parecer del tipo de cócteles Mólotov, que, amén de víctimas directas, provocaron un incendio que acabó afectando a una parte importante del edificio y causando más muertos y heridos, son espantosas, pensadas para conseguir el objetivo perseguido por los pistoleros y sus jefes: desencadenar una oleada de terror.

Estado Islámico reivindicó el atentado a las pocas horas, acompañado de un vídeo borroso de los autores y más tarde, en un segundo comunicado reivindicativo, adjuntó imágenes de la matanza. Según los medios de comunicación y expertos en el EI, la fracción responsable habría sido el denominado EI de la provincia de Jorasán, establecida en el este de Afganistán y territorios cercanos de Pakistán. De hecho, se sabe que gran parte de sus militantes proceden de los talibanes pakistaníes y afganos. Esta organización estaría extendiéndose a las antiguas repúblicas soviéticas del Asia central e infiltrándose en Rusia, en repúblicas de mayoría musulmana como Tataristán o Baskiria. Los terroristas detenidos son, al parecer, ciudadanos de Kirguistán, ex república soviética, lo que abundaría en la expansión del EI de Jorasán hacia esas zonas.

El EI considera a Rusia un enemigo por su actuación en Siria a favor del régimen de El Assad y contra el califato que había establecido en territorio sirio e iraquí, así como por su actuación en África occidental y, sobre todo, por su apoyo al gobierno talibán de Afganistán, con el que están enfrentados a muerte. Y en términos más generales, considera a Rusia como parte del mundo cristiano y, aunque ahora está enfrentada a Estados Unidos, Europa y el mundo occidental, considera a todos infieles, enemigos y merecedores de exterminio.

Como consecuencia de todo ello muchos países están reforzando sus medidas de inteligencia y algunos están considerando elevar el nivel de alerta antiterrorista, que ya está desde hace años en cuatro de cinco. Francia, que albergará los juegos olímpicos este verano en París, ya ha incrementado al máximo nivel su dispositivo preventivo de atentados.

Pero el atentado en sí mismo y sus horribles consecuencias de víctimas no es lo único que produce terror en todo este asunto. La reacción de Rusia, presentando sin reparo ni vergüenza ante las cámaras de televisión a los terroristas detenidos con claras señales de torturas, es indicativa del punto al que ha llegado el régimen de Putin de considerarse por encima del bien y del mal y de actuar con total impunidad sin respetar derechos humanos, ni su propia legalidad. Si yo fuera ciudadano ruso eso también me produciría terror.

Los Estados Unidos advirtieron hace semanas a sus ciudadanos en Rusia de la posibilidad de un atentado a gran escala y, al parecer, también lo hicieron a las autoridades rusas. Si los servicios de seguridad rusos eran conscientes por sí mismos o lo fueron por el aviso de los americanos, el hecho es que decidieron ignorar el peligro, o minusvalorarlo. Si lo hicieron por displicencia o deliberadamente para tener una excusa para acusar a Ucrania es una cuestión muy inquietante y también provoca terror.

Lo cierto es que las autoridades rusas, y el mismo Putin, no han aceptado la reivindicación del EI y vienen insistiendo en relacionar el atentado con Ucrania. Pretenderían con ello exacerbar el sentimiento de la población contra el gobierno ucraniano, justificar la imposición de mayores restricciones y controles sociales y un nuevo reclutamiento obligatorio de cerca de medio millón de soldados, para enviarlos a morir a la guerra. Por otro lado, si admitiera la autoría del EI debería dedicar recursos de inteligencia y militares a organizar operaciones de castigo en Asia central, lo que distraería unos efectivos muy valiosos y necesarios en Ucrania.

Que un gobierno aproveche un brutal atentado, que quizás pudo prevenir, para mentir sobre su autoría con fines de reforzar su posición e incrementar el sacrificio de su pueblo en una guerra que nunca debió emprender también es terrorífico.

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