El presidente Milei convocó a las “fuerzas del cielo” para que los argentinos fueran capaces de atravesar el desolado y duro desierto, hasta la anhelada tierra prometida de la prosperidad y la libertad. Y todo parece indicar que efectivamente esas fuerzas sobrenaturales le están respondiendo a él y a sus compatriotas. El león de la chupa de cuero se está convirtiendo en el nuevo Moisés capaz de reunir los argumentos precisos para que las masas argentinas, y de todo occidente, no se dejen seducir por los falsarios cantos de sirena del reaccionario y empobrecedor socialismo woke.
Por todo eso, a nadie le puede extrañar que el recién elegido líder de la primera potencia mundial no haya dudado en considerar al argentino como el único invitado internacional con authoritas suficiente como para mostrarle su respeto y reconocimiento. Lo ha hecho en la celebración íntima de iniciar su mandato. Trump le ha requerido su bendición, es decir, su gracia y fortuna.
La República Argentina, de la mano de su primer mandatario, le está dando la vuelta a su economía, tras décadas de decadencia. Milei lleva poco menos de un año pilotando la difícil tarea de transformar el socialismo-intervencionista castrador en capitalismo liberalizador. Está consiguiendo que los propios argentinos, y el resto del mundo, vuelvan a creer y confiar en ellos mismos. Evitando una cuasi-hiperinflación heredada y el cáncer del irreductible déficit fiscal; de manera que el crédito está volviendo a fluir mejorando la producción industrial y el poder adquisitivo de los salarios del sector privado. La balanza comercial vuelve a ser positiva tras lustros de pérdidas y, si todo sigue este rumbo, para el próximo año, a punto de comenzar, se espera un crecimiento económico que supondrá un contundente despegue.
Para poder volver a abrazar esa senda virtuosa que reduce la pobreza, Milei ha tenido que ofrecer a sus compatriotas “sangre, sudor y lágrimas” (“no hay plata”), y, como al gran Churchill, las masas le han seguido. Pocos líderes en el mundo han sido capaces de tal proeza. Encaró con decisión el ajuste apoyándose en argumentos morales y de justicia. Y tal como anunció, la economía dibujó una “V”, es decir, experimentó una fuerte caída para, inmediatamente después, iniciar una sólida recuperación. Ahora, lo peor ya ha pasado.
Su primer año de mandato ha sido extremadamente duro, y por supuesto, la sustitución de privilegios de casta y enchufados por la igualdad ante la ley, ha generado una fuerte reacción por parte de los preventistas. Sin embargo, éstos han sido incapaces de reorganizarse para defender coherentemente su propio legado. Las fuerzas del cielo le han ayudado a desmontar las mentiras del kirchnerismo, haciendo justicia divina. El desenmascaramiento del hipócrita feminismo del expresidente Alberto Fernández, o la salida a la luz de las corruptelas de Cristina, son solo un ejemplo. La victoria de Donald Trump es otro, pues su alianza, a buen seguro, puede contribuir positivamente a superar el último escollo: el cepo cambiario.
Ambos personajes, sin duda, comparten histrionismo, y ambos rechazan el pensamiento woke que pretende dividir a la sociedad, rechazar principios fundamentales del pensamiento occidental, como es el citado de igualdad ante la ley. Pero ambos son muy distintos, tanto en lo referente a su formación, como a las hojas de ruta que han diseñado para sus respectivas naciones. El de Palermo (Buenos Aires) goza de una preparación académica claramente superior, mientras que el de Nueva York, aunque más imprevisible, ha demostrado arrojo y coraje.
Por eso mismo, ambos saben que el éxito del experimento argentino tendrá una gran influencia en todo el mundo occidental. Cuando eso ocurra de forma más evidente, la nación hermana se convertirá en la “ciudad brillante en la colina”, esto es, en la Jerusalén soñada a la que todos desean acudir “el año próximo”.
Si nada se tuerce, y el milagro argentino se consolida, -tal como en su momento sucedió en la Alemania de Erhard y Adenauer-, el próximo otoño Milei debería estar propuesto para el Premio Nobel de Economía (si es que ese galardón quiere continuar disfrutando de prestigio). A partir de ahí, la llamada batalla cultural que los argentinos han librado se extenderá por todo el orbe como reguero de pólvora, y, aleluya, el bien habrá triunfado.