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Las filias y fobias de Cort

viernes 30 de marzo de 2018, 10:49h

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Cuando los servidores públicos -y no otra cosa son los cargos políticos- arrastran sus complejos a la institución que dirigen se producen cosas como las que le ocurren al equipo de gobierno del Pacte en el ayuntamiento de Palma.

La confusión entre lo que un político piensa y lo que opinan los ciudadanos de la urbe de la que ha recibido un testigo con fecha de caducidad con el fin gestionarla es uno de los errores más habituales de este gremio, y curiosamente es completamente indiferente el porcentaje de votos que haya recibido el gestor en cuestión.

Ayer tarde-noche tuvo lugar en Palma uno de los actos centrales de la Semana Santa de los católicos, la procesión del Jueves Santo, con más de cinco siglos de historia en nuestra ciudad.

Y, como era previsible por los mensajes implícitos que salen de Cort desde hace tres años, el ayuntamiento tenía que hacer algún gesto que dejase claro que le da repelús que le identifiquen con cualquier manifestación propia de la Iglesia Católica, y qué mejor escaparate que el propio balcón del ayuntamiento, donde penden las banderas oficiales de nuestra ciudad, para demostrarlo.

El Pacte insiste una y otra vez en que España es un estado 'laico' -algo completamente falso- para justificar la ruptura de la tradición consistente en ondear a media asta las enseñas oficiales al paso del Crist de la Sang y durante el Viernes Santo.

Ese 'laicismo' de perfil bajo, sin embargo, no impide al alcalde y a algunos concejales felicitar el Ramadán a los palmesanos de fe musulmana -lo cual está muy bien-, o el Yom Kippur a la modesta comunidad judía mallorquina, tan injustamente castigada por nuestra historia.

Tampoco evita que, desde hace muchos años, se ceda la Sala a la iglesia protestante sueca con el fin de celebrar su luminosa fiesta de Santa Lucía, sin que los católicos de Ciutat hayan visto en ello un acto de entreguismo de nuestro consitorio a la fe luterana. No somos tan sectarios, ni tan... ustedes ya me entienden.

Pero, ah, lo de los ritos católicos es distinto, porque se da la circunstancia de que la mayoría de palmesanos profesamos la fe romana y eso se percibe como una amenaza por la izquierda aglomerada reinante en Cort.

Olvidan que están donde están porque un joven rey financiado por la nobleza y la iglesia catalanas conquistó la ciudad bajo la invocación de Sancta Maria hace ocho siglos. De no ser así, probablemente hoy sería el alcalde musulmán de Madina Mayurqa el que felicitaría -o no- las fiestas a la pequeña comunidad cristiana de la isla.

Hacer ondear las banderas a media asta en el balcón de Cort no implica la sumisión de la primera institución municipal a ninguna fe, como es obvio, es solo un signo de respeto a la tradición católica que sigue la inmensa mayoría de los palmesanos. España es un estado aconfesional, no laico. Ello significa que Cort y el resto de las instituciones públicas no profesan ninguna religión oficial, pero también implica que los poderes públicos reconocen el hecho religioso de sus ciudadanos, lo protegen y lo amparan sin complejos, máxime cuando ese hecho religioso está tan íntimamente ligado a nuestra propia existencia como comunidad.

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