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Las calles que me gustan

Por Josep Maria Aguiló
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jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 14 de noviembre de 2020, 07:00h

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De Palma me gustan muchas zonas y rincones, aunque quizás las calles y callejuelas que más me agradan son todas aquellas que están situadas, aproximadamente, entre La Rambla, Antonio Maura y el Passeig Mallorca. Me gusta recorrerlas sobre todo en otoño, en invierno y al inicio de la primavera, normalmente casi a cualquier hora del día. Por ejemplo por la mañana, cuando el sol entra tímidamente en esas calles, o poco después del mediodía, o en las tardes de diciembre o de enero, cuando las pequeñas farolas están ya encendidas y todo parece envuelto entonces en una especie de halo misterioso y romántico.

A veces, sobre todo al anochecer, me imagino que estoy paseando por otra Palma, por la Palma de finales del siglo XIX, quizás porque es una época histórica que me gusta muy especialmente. Y como a veces la imaginación —como el corazón— se me dispara, me entretengo pensando en qué ocurriría si, de repente, apareciera en alguna de esas callejuelas algún decimonónico espadachín embozado que me diera el alto más o menos en estos términos: «¡Deteneos malandrín! ¿A dónde vais a estas altas horas de la noche?». Unas altas horas que, en cualquier caso, no irían más allá de las ocho o las nueve de la noche, claro.

«Sólo soy un paseante solitario y melancólico», respondería yo, seguramente, a ese hipotético espadachín, quien muy posiblemente me diría entonces, poco más o menos: «Seguid pues en paz vuestro camino, a pesar de esa soledad y esa melancolía». En esa situación inicialmente tan comprometida no haría ninguna referencia a mi profesión actual, la de periodista, porque creo que ya a finales del siglo XIX era la mía una vocación no del todo bien considerada, más o menos como ocurre también ahora.

Tal vez en ese instante pasaría una diligencia, o en alguna buhardilla algún poeta estaría escribiendo algún soneto apasionado, o sonaría un piano desde el interior de una espaciosa habitación, justo antes de mi «regreso» de nuevo al siglo XXI tras un velocísimo paso por el siglo XX. Ya de vuelta a la Palma de hoy, seguiría paseando por esas mismas calles, por esas callejuelas misteriosas y mágicas en las que casi todos los pesares y tristezas poco a poco se difuminan y se alejan.
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