Por fin acabó el culebrón Messi, pero no como prácticamente todos esperábamos, sino que estalló la bomba: el Barça renunciaba a la posibilidad de renovarlo e inscribirlo en la Liga, a pesar de que, desde que llegó a la presidencia y hasta el día anterior al comunicado, Laporta había venido lanzando mensajes de tranquilidad y esperanza. No solo eso, durante la campaña electoral, en la que no expuso ningún plan concreto de actuación ni en lo económico, ni en lo deportivo, ni en lo social, más allá de cuatro vaguedades deslavazadas, Laporta estuvo insistiendo en que él era el único que podía hacer recapacitar a Messi y el único que podía devolver al Barça la grandeza perdida, porque sabía hacerlo, porque ya lo había hecho.
Con ello consiguió que los socios, con mucha emotividad y muy poca cabeza, le votaran para presidente, sin tener en cuenta que no vendía más que humo y los tremendos errores y desatinos cometidos en su gestión anterior.
Una vez celebradas las elecciones, los problemas empezaron incluso antes de tomar posesión, con la dimisión irrevocable del que había de ser vicepresidente económico: Jaume Giró, profesional de prestigio que ha acabado siendo nada menos que 'conseller d’Economia' del 'Govern de la Generalitat de Catalunya'. A continuación, resultó que no disponía de los avales necesarios para tomar posesión, y solo la intervención 'in extremis' de Jaume Roures, uno de los propietarios de Mediapro, suministrándole el aval necesario, le permitió convertirse en presidente del club.
Con su arrogancia habitual, ha pretendido hacer responsables del fiasco de Messi a la anterior junta directiva, sobre todo a su predecesor, Josep Maria Bartomeu, y a la Liga de Fútbol Profesional, encarnada por su presidente, Javier Tebas. Al primero le acusa de dejar al club en una situación económica dramática, lo que es cierto, aunque solo en parte es responsable por su mala gestión, que también, ya que asimismo se han producido circunstancias impredecibles, derivadas de la pandemia de covid 19.
Al segundo le acusa de inflexibilidad en el tema del límite salarial, lo que es verdad, y ha habido Ligas de otros países que han tenido algo de manga ancha, teniendo en cuenta la situación. Pero no es menos cierto que Laporta ha sido incapaz de negociar con Tebas; al contrario, se ha confrontado directamente con él, con la UEFA y con la FIFA por el tema de la Superliga europea, que apadrina Florentino Pérez, el presidente del Madrid.
Y ahí puede estar, precisamente, la causa profunda de todo este desastre. La Superliga es el proyecto personal de Florentino, que pretende llevarlo adelante contra viento y marea y recurriendo a los tribunales si hace falta. Se trata de un guerra contra el 'establishment' futbolístico por el control de miles y miles de millones de euros de los derechos de las competiciones en las que participan los clubes. No hay duda de que los mandamases de las Ligas, la UEFA y la FIFA son unos aprovechados y unos chupópteros que viven a cuerpo de rey a costa de los clubes, que ponen y pagan a los jugadores y se llevan una parte del pastel.
Pero una guerra se debe empezar cuando se está en condiciones de ganarla, y la circunstancia actual no parece la más idónea para los clubes. De hecho, de los doce promotores iniciales solo quedan tres, Madrid, Barça y Juventus; los demás se han retirado, incluso pidiendo perdón (los ingleses).
La Liga ha negociado un acuerdo con el fondo de inversiones CVC que aporta más de dos mil millones de pesetas, de los que al Barça le habrían correspondido más de doscientos que le hubieran permitido inscribir a Messi, pero Madrid y Barça se negaron a firmar el acuerdo, secundados por el Athleti y el Oviedo. El contrato suponía la cesión del 10 % de los derechos audiovisuales de los clubes por 50 años, lo que fue aducido por Laporta como motivo de la negativa, porque suponía hipotecar el club por 50 años.
No parece que la cesión del 10 % de los derechos audiovisuales suponga hipotecar significativamente el futuro del club. Quizás entendamos mejor las causas de la negativa si nos fijamos en que el acuerdo incluía la permanencia en la Liga durante todo ese tiempo, es decir, suponía renunciar a la Superliga. El propio Roures, hasta ahora amigo de Laporta, ha declarado públicamente que el acuerdo económico para poder inscribir a Messi estaba cerrado y que finalmente no se hizo por la negativa a firmar el contrato. Quizás ahí esté la clave de las palabras de Messi en su despedida: “No sé si el club hizo todo lo posible para que me quedara; yo sí lo hice”.
Pero la improvisación y la falta de rigor se extienden también a las secciones, que tantos éxitos han cosechado esta última temporada. En baloncesto ha dejado ir a jugadores de gran calidad con contrato en vigor, que han ido a reforzar a rivales directos, sin que los haya sustituido por otros, y ha mantenido a Saras Jasikivecius de entrenador porque ha hecho una temporada fabulosa y es un icono del barcelonismo.
En balonmano ha echado al entrenador, al cuerpo técnico y al director deportivo después de una temporada en que han ganado TODOS los partidos y todos los títulos, y ha dejado ir a jugadores de primerísima línea mundial y que querían quedarse para sustituirlos por otros que ni los mejoran, ni los igualan.
En fútbol sala también ha cambiado al entrenador y al cuerpo técnico después de ganar la liga y la champions de la temporada anterior y haber llegado a las finales del resto de competiciones. También ha perdido jugadores y el único fichaje de relumbrón ya estaba apalabrado desde antes de su llegada a la presidencia.
Y en fútbol femenino, del que demostró un desconocimiento palmario en un debate electoral, al no ser capaz de decir el nombre de una sola jugadora del equipo, sí ha dejado trabajar al director deportivo. Faltaría más después de una temporada en que han ganado el triplete y asombrado al mundo con un juego espectacular y demoledor. Además, es una sección de bajo presupuesto y casi autosuficiente con el dinero aportado por su patrocinador.
Laporta está ahora solo en su laberinto, poniendo en marcha el ventilador para achacar la marcha de Messi a otros, con una situación económica dramática, sin un plan concreto para enderezarla, al menos que se sepa, ligado incomprensiblemente a Florentino Pérez, que tiene estadio nuevo y poca deuda, todo lo contrario del Barça. Podría darse el caso de que se creara la Superliga y el Barça hubiera dejado de ser un club interesante para el proyecto.
Ahora bien, eso sí, Laporta continúa presentándose siempre con su fachendería y su verborrea habituales con las que tantas veces ha conseguido embaucar a los socios.