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Laicismo de Estado

Por Agustín Buades
domingo 23 de junio de 2019, 03:00h

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El alcalde de Palma, José Hila, ha manifetado que no va a haber cambios y ha recordado que los grupos que conforman el equipo de gobierno actual en el Ajuntament , son los mismos que adoptaron la decisión de no engalarnar la fachada ni arriar las banderas al paso de la custodia con motivo de la procesión del Corpus. Una vez más Hila se equivoca e impone a la ciudadania de Palma su laicismo .

El laicismo impone una estricta "separación" entre los poderes públicos y cualquier elemento de connotación religiosa. Se trata de un planteamiento claramente excluido por nuestra Constitución que, por el contrario, ordena mantener relaciones de "cooperación", teniendo en cuenta las creencias presentes en la sociedad. El laicismo suele apelar a una presunta neutralidad del Estado, que no se sabe qué puede significar.

Una neutralidad , que veta medidas destinadas a privilegiar una determinada ideología o convicción; pero considera imposible una neutralidad , que garantice que toda ideología o confesión se vea afectada del mismo modo por las decisiones de los poderes públicos: no ocurre así tampoco en el ámbito político, cultural o sindical. Lo que hay que descartar son privilegios o desigualdades faltas de fundamento.

Ahí radica, la clave de lo que se llama laicismo . Lo laico se opone a lo clerical: a que los poderes jerárquicos sustituyan al ciudadano o al fiel de a pie, a la hora de resolver los problemas. En ese sentido, el laicismo es puro clericalismo por lo civil, porque quien manda pretende decidir el papel de las religiones en la sociedad, piensen los ciudadanos lo que piensen. Hay aspectos expresamente previstos por la Constitución, como la enseñanza de la religión en la escuela (artículo 27.3); otros deben concretarlos el legislador o los gobiernos, pero siempre en leal desarrollo de la Constitución y no adjudicándole lo que no dice.

Bajo las reivindicaciones de la separación absoluta entre los poderes públicos y toda manifestación de orden religioso puede ocultarse el intento de imponer un "laicismo de Estado" contrario a la Constitución La laicidad integrista pretende la autonomía de las instituciones políticas no sólo como autonomía política, institucional y jurídica, sino también como último criterio moral en el ejercicio de dicha autonomía .

Por su propia naturaleza y a modo de principio, este tipo de laicidad tiende a anular la distinción entre poder y moralidad. Es decir, tiende a excluir, al menos implícitamente, el hecho de que existan criterios de valor objetivos, independientes del ejercicio práctico del poder político, según los cuales pueda enjuiciarse el ejercicio del poder. La laicidad no sólo combate a la religión, sino que se arroga una especie de “exclusivismo político”, en el sentido de que, en el discurso político, sólo acepta como criterio de moral y de justicia a aquellas instancias laicas que se hallan sometidas al control del proceso político, y en la medida en que forman parte de él: un proceso que, como es obvio, será idealmente democrático y, por tanto, estará regulado por el principio de mayoría . La laicidad integrista ve en el fenómeno religioso un oponente, un enemigo del carácter laico del Estado. Y lo que es todavía más importante: ve en el fenómeno religioso un enemigo de la autonomía “laica” de la conciencia de los ciudadanos.

La laicidad integrista viene a ser, pues, una especie de paternalismo, que intenta proteger al ciudadano de toda influencia religiosa -y de instituciones como la Iglesia católica-, porque estima que tal influjo es irracional y corrosivo de la libertad .

Sr. Hila se equivoca en su primera decisión como Alcalde de Palma, deje el sectarismo para otros y no nos haga tragar con su laicismo de estado.

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