La muerte de Rutger Hauer, el actor que interpretó el papel de Batty, el líder de los replicantes rebeldes de la película Blade Runner, convierte en realidad la última frase del famoso diálogo final con Deckard, el policía exterminador de replicantes (blade runners), interpretado por Harrison Ford: “es hora de morir”, curiosamente en 2019, el año en que transcurre la acción de la cinta.
La película se estrenó en 1982 y no tuvo demasiado éxito en un primer momento, pero con el tiempo se ha convertido en un auténtico filme de culto, no solo para los aficionados a la ciencia ficción, y es uno de los hitos referenciales indiscutibles del género, junto con Metrópolis, Ultimátum a la Tierra (la versión original de 1951), La invasión de los ladrones de cuerpos y su nueva versión La invasión de los ultracuerpos, Farenheit 451, 2001 una odisea del espacio, La naranja mecánica, Solaris ( la versión original de Tarkovsky), Stalkers, The Thing (la versión de 1982 de John Carpenter) y las sagas de Star Wars, Alien y Star Trek, en este último caso más las series televisivas que las películas, que son bastante flojas, por decirlo suavemente.
La acción de la película, rodada en 1981, se sitúa en el futuro cercano de 2019, en un mundo superpoblado en pleno desastre climático y ecológico, en el que la exploración espacial se lleva a cabo principalmente mediante androides de aspecto enteramente humano, denominados replicantes, que tienen implantados recuerdos difusos de una infancia y una familia que nunca tuvieron. Los replicantes tienen una “fecha de caducidad”, es decir, un tiempo máximo de “vida” de unos pocos años, tras el cual “mueren” súbitamente por fallo multiorgánico catastrófico, y tienen estrictamente prohibido ingresar en el planeta. El cuerpo de policías “blade runners”, tiene como misión encontrar y “retirar” a aquellos replicantes que de un modo u otro hayan conseguido llegar a la Tierra.
La sociedad está dominada por grandes corporaciones, los gobiernos juegan un papel meramente subalterno, siendo la más importante la Tyrell Corp, fabricante de los replicantes, fundada por el Dr. Joe Turkel un genio de la genética creador del proceso de desarrollo de los androides esclavos, que se encargan de todo el trabajo duro en el espacio, tanto de exploración, como militar y fuerza de trabajo para todo. Son la carne de cañón encargada de todas las tareas duras y peligrosas, con absoluto desprecio de su condición quasihumana, aunque se les ha creado orgánicos, con falsos recuerdos y con sentimientos humanos, aunque estos últimos son una sorpresa que aparece sobre todo en los de la serie 6, los más avanzados.
Batty (Rutger Hauer) y otros compañeros, cuatro o cinco, no queda claro en la película, aunque solo aparecen otros tres, León, Zhora y Pris, replicantes de la serie 6, consiguen llegar a la Tierra y el “blade runner” retirado Deckard (Harrison Ford) es obligado a volver al servicio activo para encontrarlos y “retirarlos”. El motivo que ha llevado a Batty y los otros replicantes a la Tierra es el deseo de contactar con Tyrell para ver las posibilidades de detener el proceso de la fecha de caducidad, ya que aspiran a tener una vida normal, como cualquier otro ser humano. Tras unas serie de peripecias, que incluyen el asesinato de Tyrell por parte de Batty al explicarle aquél la imposibilidad de revertir el proceso de caducidad y la retirada de Zhora y Pris por Deckard, León también es liquidado pero no por Deckard, sino por Rachael, una replicante experimental que cree que es sobrina de Tyrell, la película llega al enfrentamiento final entre el replicante y el “blade runner”. En el último momento, Batty salva la vida a Deckard, que iba a caer a la calle desde la azotea de un edificio y pronuncia su famoso monólogo, que empieza; “yo he visto cosas que nunca creeríais…” y termina “ahora todos estos recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”, tras lo que muere y deja ir una paloma que retenía en una mano, que se eleva volando hacia el cielo sucio y lluvioso.
La ambientación de la película incluye algunos detalles que se han hecho realidad, como las pantallas publicitarias luminosas gigantes en las fachadas de los edificios, que hoy son algo habitual, pero no existían en 1982. Los coches voladores no están aun desarrollados, pero hay ya en estos momentos pruebas con prototipos. La superpoblación y la catástrofe climática ya han empezado y forman parte de nuestro horizonte inmediato como especie si no reaccionamos y ponemos en marchas medidas urgentes y con urgencia, lo que no parece muy probable ahora mismo. La prevalencia de grandes corporaciones sobre muchos gobiernos y su influencia en la política global es indiscutible y la tendencia hacia una sociedad dual, con una minoría de privilegiados y una inmensa minoría de desheredados, que o bien son mano de obra semiesclava, o esclava sin tapujos, o bien son abandonados a su suerte en los límites del sistema, es también una realidad innegable.
En lo que sí vamos retrasados respecto del escenario temporal planteado en la película es en la exploración espacial. Estamos aun muy lejos de tener estaciones espaciales y colonias en los planetas y satélites exteriores y no digamos de ir más allá del sistema solar.
Y también en la fabricación de androides replicantes, aunque quizás es porque ya tenemos suficiente mano de obra humana desechable y, por tanto, no los necesitamos.
Teniendo en cuenta el apocalipsis ecológico y climático hacia el que vamos encaminados, quizás en el próximo futuro no serán los recuerdos de un replicante sino los de toda la humanidad los que se perderán como lágrimas en la lluvia. Quizás no falta mucho para nuestra hora de morir como especie.