La vocecita interior
Por
Josep Maria Aguiló
x
jmaguilomallorcadiariocom/8/8/23
sábado 19 de septiembre de 2020, 03:00h
Cada vez que tenemos que tomar alguna decisión más o menos importante, suele haber siempre dentro de nosotros una vocecita interior que se pronuncia justo entonces y que nos dice cuál sería, a su juicio, la decisión correcta y cuál sería, muy posiblemente, la decisión errónea o equivocada. Normalmente, cuanto más difícil es o nos parece esa decisión que hemos de tomar, más suele hablarnos entonces esa vocecita interior para hacernos saber su parecer o su criterio, aunque no se lo hayamos pedido explícitamente o aunque pensemos que quizás sería mejor que nos lo diera otro día.
Esa vocecita nos aconseja sobre toda clase de asuntos y de dilemas, mayormente laborales y económicos, pero en donde más se hace oír es quizás en todo aquello que tiene que ver con los afectos. Así, nos dice por ejemplo si deberíamos de romper ya con nuestra hipotética pareja sentimental o si a lo mejor tendríamos que seguir un poco más de tiempo con ella. Habitualmente, también nos dice si hacemos bien o mal intentando salir con tal o cual persona, si considera que estamos realmente enamorados de alguien o si sólo padecemos un delirio pasajero, o, incluso, si deberíamos o no casarnos, a veces estando ya los propios afectados ante el sacerdote, el alcalde o el juez de paz.
Entre los múltiples dones de esa vocecita, que posiblemente sea la voz de la conciencia, se encuentra el de la intuición. Por ello, siempre que decidimos hacerle caso nos suele ir bastante bien, mientras que cuando optamos por no escucharla, las cosas se suelen torcer entonces un poco. A partir de esa evidencia, la pregunta que seguramente deberíamos de hacernos es por qué entonces no seguimos siempre los sabios y desinteresados consejos de nuestra vocecita interior. La respuesta quizás sea que los seres humanos somos normalmente muy complejos y a menudo también contradictorios, lo que en ocasiones impide que optemos por la decisión que, según nuestra vocecita, sería la más racional y conveniente. Además, está también nuestro libre albedrío, que no siempre acaba conduciéndonos por los caminos en principio más adecuados.
Nuestra vocecita interior suele ser, en general, más comprensiva que nuestra familia o que nuestro círculo de amistades. Por eso, no suele enfadarse cuando ve que hemos tomado una decisión que finalmente se ha demostrado equivocada ni suele preguntarnos, en tono de reproche, «¿te lo dije o no te lo dije?». Nuestra vocecita interior suele permanecer en silencio en esos instantes, bajando un poco su pequeña cabecita y moviéndola de izquierda a derecha, o de derecha a izquierda, como queriendo decir con su silencio «¡qué le vamos a hacer!». Como la vocecita interior nunca se rinde, cuando tengamos que tomar más adelante otra decisión difícil, ahí estará de nuevo, en primera línea, dándonos su parecer o su opinión. Seguro que la mía está esperando ya con ansia que llegue pronto el momento de poder advertirme sobre mi próxima equivocación.