Jurassic World no es una mala película. Tampoco es una gran película. Es una película correcta, decente, soportable. La pregunta es: ¿es eso suficiente? ¿Es ése el estándar de calidad que buscamos para el cine de aventuras palomítero de Hollywood? No debería.
Jurassic World es el tercer intento fallido de recrear la magia de aquella obra maestra de 1993, después de una segunda parte aceptable y una tercera totalmente desastrosa. En Jurassic World se nos cuenta que el parque temático homónimo consiguió abrir - a pesar de todas las personas que acabaron convertidas en comida para dinosaurios en las otras películas - veinte años después de los incidentes de Isla Nublar, y de hecho lleva ya un tiempo funcionando perfectamente, atrayendo a miles de turistas a diario para ver a los lagartos gigantes. Tal es el éxito del parque que sus visitantes han empezado a aburrirse de ver a los mismos dinosaurios una y otra vez y los niveles de afluencia están empezando a bajar. Como solución, los científicos de Jurassic World deciden crear un nuevo dinosaurio mezclando ADN de diferentes especies; un monstruo más grande, con más dientes, más terrorífico, y más guay en general, con la intención de volver a despertar el interés de la gente.
El resultado es el Indominus Rex, un bicho cuyo único propósito consiste en avanzar la trama en la dirección que requiera el guión, inventándose nuevos poderes y características según se les necesita: ¿puede camuflarse? Sí. ¿Puede esconderse de los sensores térmicos? También. ¿Es súper agresivo y súper inteligente? Por qué no. Por otra parte, la película sugiere que el Indominus no se comporta como un animal normal, sino que sus acciones entran en el terreno de lo moral. Es un dinosaurio "malo". Y los humanos necesitan la ayuda de los dinosaurios "buenos" para acabar con él. Esto desemboca, como no podía ser de otra manera, en uno de los momentos más estúpidos de toda la saga - y también uno de los más espectaculares, pero no estoy seguro de si eso puede servir como justificación; probablemente sí.
Los personajes no son para nada memorables. Chris Pratt interpreta al domador de velociraptors Owen Grady, mezcla de Indiana Jones, Nathan Drake y otros arquetipos ligados al héroe aventurero caucásico estándar. A pesar de lo plano de su personaje, Pratt brilla por su carisma en medio de una plantilla de personajes predecibles y aburridos en general. Tanto es así, que a muchos les dará igual si sobreviven o si acaban en el menú de uno de los dinosaurios del parque. La trama contiene arcos de desarrollo abortados que no llevan a ninguna parte, como la historia del divorcio de los padres de los niños insoportables - en serio, ojalá se los hubieran comido a ellos -, que aparece hacia la mitad de la película para no volver a ser nombrada jamás. El personaje de Bryce Dallas Howard no está mal, pero sufre de la misma rigidez estática que el resto del reparto; es un intento de chica de acción que se queda a medio camino y acaba huyendo de los dinosaurios en tacones de aguja. Algunas críticas hablaban del sexismo del que hace gala la película al presentar a este personaje, una mujer con una importante responsabilidad profesional - es la directora del parque - que es retratada como frígida y "disfuncional" por el simple hecho de no querer tener hijos.
Jurassic World es una película entretenida, no lo vamos a negar. A nivel de espectáculo cumple sobradamente - ¿domar velociraptors y usarlos para cazar otros dinosaurios? Sí, por favor -. Pero no deja de ser solo eso, un blockbuster de verano cuyo principal reclamo es la nostalgia que pueda despertar en los fans de la saga jurásica. Mucho ruido y pocas nueces. Le falta el carisma, el alma, el qué. Un amigo me decía que hay que aceptar que ya no somos niños, que la visión del T-Rex en la pantalla grande nunca podrá volver a impresionarnos tanto como hace 15 años. Y en eso estoy de acuerdo. De hecho, esa idea es la que mueve gran parte de la premisa de Jurassic World, en un bizarro e irónico ejemplo de metanarrativa ¿intencionada? Pero de ahí, a pensar que no se puede rescatar el espíritu de la primera película con una buena secuela hay un trecho. Volver a hacer una buena película basada en el universo Jurassic Park es algo totalmente posible.
La culpa no es de nosotros, los fans, los que hemos crecido rodeados de una cultura de lo audiovisual que nos ha acabado convirtiendo en espectadores complejos y exigentes. La culpa es de Hollywood por bajar el baremo y seguir produciendo películas mediocres, con guiones mediocres y personajes mediocres. Y a pesar de todo, cuando aparezca la próxima secuela - ya confirmada - de Jurassic Park, volveremos a ocupar las butacas con la misma ilusión infantil y las mismas ganas de escapar de la realidad durante dos horas para ver a esos lagartos gigantes otra vez. Eso es, como diría el doctor Malcolm, el caos.