Me pasé dos meses preguntando qué pasaba con Raillo. Ni hubo respuestas, ni nadie hizo otra pregunta. Silencio en el club, la callada en los medios y su ausencia de las convocatorias justificada tácitamente como una decisión técnica de Sergi Barjuan. Si, un jugador que había disputado más de dos docenas de partidos y marcado en dos ocasiones al rematar sendos saques de esquina. Indiscutible para Fernando Vázquez y Olaizola, fue defenestrado durante el último tercio de la liga. Nadie abrió la boca. Ni siquiera él.
En el primer entrenamiento de la temporada algunos ultras la emprendieron con el zaguero. No con ningún otro jugador, solo con él. Treinta días les han bastado a algunos para olvidar por qué y por quién el Mallorca se encuentra donde está, pero un grupito de ultras parece tener memoria selectiva o esperar la reaparición del defensa para arremeter contra él. Vale para quienes creen en las casualidades, pero no es mi caso.
No me sorprende ni me inquieta que Maheta Molango advierta a la policía de lo ocurrido en la Ciudad Deportiva. No es la primera vez. Ya lo hizo en Son Moix antes de un simulacro de encuentro con algunos penyistes. La película no va con él, pero siempre está en el guión. La plantilla de la temporada pasada ya sufrió sus amenazas verbales incluso antes de comenzar la liga. ¿También este año será despedido en octubre todo aquel que no rinda?. Todo está muy bien, pero el caso Raillo continúa sin respuesta y a lo mejor no la habrá hasta que haya abandonado el club. Quiero pensar que Vicente Moreno pedirá explicaciones y que tal vez Iván Campo se las pueda dar.