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La velocidad de la luz

Por Jaume Santacana
miércoles 27 de diciembre de 2023, 04:00h

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No voy a escribir sobre el recibo de la luz, en el cual se refleja el precio que tiene que abonar el consumidor; una cantidad de dinero que sobresalta el estado de ánimo del cliente y entumece el cerebro al más pintado. Eso sí: las compañías eléctricas, tal como las entidades bancarias aumentan sus ingresos de manera harto vergonzosa con la complicidad de los respectivos gobiernos. Pero bueno, insisto: no les voy a hablar (o a escribir, mejor) de los recibos de la luz.

Leo, en Mallorcadiario, una noticia que me deja atónito y patitieso: “la velocidad de la luz puede ser más lenta de lo pensado”.

Resulta que el físico James Franson, de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, ha publicado un artículo en una prestigiosa revista científica, en la que sugiere que la famosa velocidad de la luz —tal y como está descrita por la teoría de la relatividad— es más lenta de lo que, hasta ahora, se había certificado durante muchísimos años (no digo años-luz para intentar evitar el chiste de marras).

Y digo yo: “¡diantre, con la cantidad de tiempo que llevo yo vociferando esta afirmación a los cuatro vientos, sin que nadie me hiciera caso!”. Hace mucho tiempo que un servidor (incluso careciendo de los mínimos conocimientos científicos) va soltando por ahí que la luz no viaja a toda pastilla, como se creía la muchedumbre, sino que viaja a un ritmo menos acelerado. Se veía venir...No voy, ahora, a enumerar los criterios que utiliza el físico norteamericano para justificar dicha afirmación, porque ustedes no lo entenderían por falta de nivel, pero el caso es que este nuevo descubrimiento se intuía con total claridad empírica; de lejos, vamos..

Hace, pues, la tira de años que observo la evidencia de que la luz va más lenta; diré más: mucho más lenta. Antaño, la luz poseía menos potencia pero su velocidad era superior a la actual. No hay más que fijarse en que hoy en día, al darle a un interruptor, las bombillas tardan un montón en proporcionar la luz adecuada. Me dirán ustedes que este fenómeno es causado por el cambio de las nuevas bombillas, esas raras que —con formas extravagantes y casi psicodélicas— denominan de “largo recorrido” o “bajo consumo”, o algo así. Mentira: no es un problema de bombillas; es que, simplemente, a la luz le cuesta más llegar, va más despacio. Seguramente por su propia ley de vida; por su vejez desde su invento. Antaño, la gente no tenía luz en sus casa y, por lo tanto, ésta no tenía velocidad ninguna. Me refiero siempre, claro está, a lo que podríamos denominar “luz eléctrica”... no a la natural que ya existía antes del antes.

Pero también la luz natural sufre cambios espectaculares. ¿No han notado ustedes que, al amanecer, tarda más en hacerse de día y que, proporcionalmente, al anochecer, también se retrasa la disminución de la luz, hasta que oscurece? Es de cajón. La teoría de la relatividad, como su nombre indica, es relativa y, hasta ahora, todo el mundo ha creído a pies juntillas todo en lo que ella se postulaba; como si se tratara de la constitución española.

Y no es que la luz circule más lenta; lo que pasa es que antes iba más rápida: un servidor siempre sostuvo, contra viento y marea, que la luz iba demasiado deprisa. No era de recibo aquella velocidad tan exagerada. Dice Franson que la luz se ralentiza a medida que viaja por el vacío polarizado y que esto se debe a los fotones y a los positrones. ¡Y un carajo! La luz avanza más despacio porque en el mundo hay demasiadas neveras, lavavajillas, ordenadores y televisores enchufados y, claro, no puede con todo. ¡Ah, y los jodidos móviles de las narices, que también consumen lo suyo!

¡Tanto estudio para acabar con perogrulladas!

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