A medida que el gobierno social comunista, amigo de Maduro, va entrando en acción va dejando muestras de su radicalismo y de su tradicional discriminación por afinidad política. No se puede entender de otra manera. Este viernes, ha dejado colgados a los representantes del campo, desplazados de otras comunidades, convocados por su titular en la sede del Ministerio de Trabajo.
La reunión se ha realizado, excluyéndolos, en presencia del vicepresidente neocomunista, exclusivamente, con los sindicatos afines. A tirado por tierra el camino del diálogo social iniciado por el Ministro de Agricultura.
En realidad no sorprende. No se espera que sea un gobierno de todos los españoles ni que se preocupe por el futuro de España ni de los españoles. Lógicamente, tampoco es previsible, que se avance en su prosperidad.
Parafraseando a la otra vicepresidenta, la indescriptible Calvo, tampoco les importa, ni a ellos ni a “nadie”, el sufrimiento del pueblo venezolano, ni el sentido de los 6 millones de exiliados que huyen, principalmente del hambre y de la represión.
En este contexto, los principales indicadores socioeconómicos, en la práctica totalidad de las CCAA, van cayendo en barrena. Una nueva crisis económica está asomando por el horizonte. La tendencia hacia la desaceleración es clara. El PIB, el empleo, el consumo, la producción industrial, la firma de hipotecas o la venta de automóviles muestran signos de debilitamiento y estancamiento. Se dispara la deuda y aumentan los impuestos.
Para seguir con la hoja de ruta habitual y no escrita, se va a dar paso a la colocación progresiva de los amigos y a la purga selectiva de los técnicos y funcionarios que no son de su cuerda; mejor dicho que no comulgan con sus ruedas de molino. Se están dando las condiciones ideales para la tormenta perfecta. Volver a una administración improductiva, dar rienda suelta a su adicción por los estímulos públicos y al déficit desbocado, apuntando directamente a los bolsillos de los contribuyentes. Nada nuevo bajo el sol. Buen finde.