La tomatina de la vergüenza
martes 01 de septiembre de 2015, 09:32h
Me parece increíble que en pleno siglo XXI el pueblo de Buñol persista en la barbarie que significa su fiesta popular de lanzarse tomates a diestro y siniestro en una guerra simulada, este año récord de participación psicópata.
Y no lo digo porque la guerra de tomates me parezca una barbaridad en sí misma sino por lo que representa. Gastarse 150 toneladas de un alimento básico en tirarlo a la basura por diversión es lo más antiético que se puede hacer cuando más de media humanidad se muere de hambre en cualquier latitud del planeta. Tan sólo en España hay 22,2% de ciudadanos en el umbral de pobreza que sube al 29,6% en los menores de edad (INE, 26 de mayo 2015). En su setenta aniversario el pueblo se tiñe, hipócritamente, del rojo tomate que muchos hambrientos no podrán saborear, del rojo sangre que muchos desclasados por la crisis derraman por sus lágrimas, viendo este desperdicio inútil. El propio alcalde ha hecho el ridículo participando frívolamente en la fiesta cuando podía haber donado todo ese tomate para una buena causa: Alimentar a sus connacionales. Pero no, prefiere el dinero que el turismo embucha en las arcas municipales antes que gastárselo en altruismo
No hay duda de que la especie humana camina hacia su propia destrucción. La falta de empatía y compasión, pensando sólo en divertirse y sin ver un poco más allá de sus narices, es un rasgo de psicopatía social muy difícil de erradicar. El futuro de la humanidad se cierne oscuro, muy oscuro.