En la edición de El País del 3 de julio de 2009, en la página 16, aparecía una fotografía para mí sin duda extraordinaria, por la humanidad y la esperanza que transmitía, teniendo en cuenta además que el titular de la noticia era absolutamente desolador: «Llega a Tarifa una patera con ocho niños». Recorté aquel día esa página del periódico y aún hoy la guardo.
Uno de esos ocho niños hallados en nuestro territorio marítimo unas horas antes aparecía en la citada fotografía, sonriendo junto a su madre, tras haber sido ya rescatados ambos. En la imagen aparecía también un guardia civil, que a su vez sonreía a ese niñito y a la mujer.
En la patera que había dado origen a la noticia viajaban no sólo los citados ocho niños, de entre dos y cuatro años, sino también sus madres, junto a nueve mujeres más —una de ellas embarazada— y treinta y dos hombres de origen subsahariano.
La embarcación había partido del norte de Marruecos en torno a las tres de la madrugada del 2 de julio y fue hallada por la Guardia Civil poco antes de las diez de la mañana de ese mismo día, cerca de la costa de Tarifa. Los pasajeros de la patera fueron rescatados instantes después por agentes de la Benemérita y, tras comprobar que se encontraban en buen estado de salud, fueron conducidos luego al Centro de Internamiento de Algeciras.
En la fotografía que aún guardo en casa, cuyo autor era el redactor gráfico Marcos Moreno, se superponían dos imágenes. Así, veíamos en el interior de un coche al citado niñito y a su madre, mientras que en el exterior del vehículo veíamos reflejado en el cristal lateral a un agente de la Benemérita.
El pequeño estaba sonriendo, con una mirada llena de luz, y extendía sus dos manitas hacia el guardia civil que le estaba contemplando desde fuera, como si quisiera abrazarle. El hombre, por su parte, le sonreía igualmente con una gran dulzura.
Esa imagen sería galardonada por el diario ABC con el Premio Mingote a la mejor fotografía en la edición de 2010. Asimismo, fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
«Una patera había llegado a las costas de Tarifa. Se había ido ya el autobús con la mayor parte de los inmigrantes, y sólo quedaba una ambulancia, donde estaba una madre con su hijo. El niño lloraba porque los habían separado del padre, que iba con el resto. Vi cómo desde fuera el guardia civil estaba haciendo el payaso para arrancarle una sonrisa. Y lo logró, porque el niño empezó a reír sin parar», explicó entonces sobre el origen de esa fotografía el propio galardonado en una conversación que mantuvo con El País.
Según relató también Moreno en aquellas fechas, al guardia civil no le importó hacer carantoñas delante de tanta gente para hacer reír al niño. «Tendría que haber más gente así. El mérito de la fotografía es de él», recalcó el autor de la imagen. «Lo mejor de esta fotografía es que en medio de tanto dolor —seguía explicando— hay un momento para la sonrisa de un niño», concluía.
Han pasado ya algo más de catorce años desde que fue tomada aquella imagen. Casi una década y media después, es verdad que el fenómeno de la inmigración sigue siendo hoy igual de complejo o incluso quizás algo más que entonces, pero aquella fotografía me sigue pareciendo hoy tan hermosa y tan necesaria como aquel lejano día de julio de 2009.
Y me lo parece, porque nada puede haber mejor y más bello en esta vida que provocar una sonrisa llena de luz y de esperanza en un niño. En este caso, fue un guardia civil el que provocó esa sonrisa y el que hizo sentir a aquel niñito inmigrante que también lejos de casa puedes sentirte una persona querida, en especial en un mar que además no hace aún mucho tiempo nos unía fraternalmente a todos, lo mismo en Lampedusa que en Mallorca, lo mismo en Tánger que en Tarifa.