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La soledad del emprendedor

Por José A. García Bustos
sábado 17 de noviembre de 2018, 03:00h

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Hablando esta semana con Tomeu, empresario innovador, y con Pedro, el primero nos contó lo difícil que en este país se lo ponemos a los emprendedores por el injusto planteamiento fiscal para con los que empiezan una aventura empresarial.

A quien le pide consejo para montar una empresa, Tomeu le previene de las dificultades echándoles un jarro de agua fría a base de cruda realidad. Hasta el punto de que muchos desisten o se marchan del país.

Ya desde el primer minuto hay que atender gastos de todo tipo. Puntuales, como los de notario, registro mercantil, licencias y otros conceptos. Después viene la inversión necesaria para poner a punto el local o el producto. Y luego los gastos periódicos que, sin haber ingresado ni un euro, se deben afrontar mes a mes. Como mínimo la cuota de autónomo, la luz, el alquiler y la factura del asesor fiscal. Eso en el mejor de los casos porque si hay que contratar personal, un elevado porcentaje de su salario bruto se va a las arcas públicas entre el coste de la seguridad social y las retenciones del IRPF.

Según European Salary Survey, encuesta anual que elabora Deloitte, en España un sueldo anual bruto de 50.000 euros se convierte, para el trabajador en 34.280 euros de dinero líquido pero el coste para la empresa es de 63.067 euros. Es decir, el trabajador ve un 54,4% de lo que le cuesta a la empresa. ¿Dónde va la diferencia? El 45,6% restante se distribuye asi: 12.945 euros a impuestos, 2.775 euros a la seguridad social por parte del trabajador y 13.067 euros a la seguridad social por parte de la empresa. Ni más ni menos que 28.787 euros van al Estado que casi cobra tanto como el propio trabajador. Sin que sirva de consuelo, otros países de la Unión Europea todavía exprimen más al empresario. Pero lo flagrante no es que no se paguen impuestos sino que no se haga escalonadamente, en función de la evolución de los ingresos.

El tema merece una seria reflexión. Hacer desistir a emprendedores cargados de buenas ideas e ilusiones por un tema fiscal es poner trabas al talento y colocar un puente de plata para su migración hacia latitudes más benévolas fiscalmente hablando. Eso dice poco de nuestro país y mucho de la miopía estratégica de los dirigentes que lo consienten. Después de haber invertido en ellos desde pequeños, habiendo dedicado horas de formación en colegios y universidades, es una torpeza permitir que sean otros países quienes recojan los frutos de nuestros emprendedores.

Ya existen plataformas por Internet que permiten radicar la sede social de una empresa en otro país con impuestos más benevolentes. Incluso trabajando desde aquí.

No tiene sentido exigir a una start up que empieza el mismo tipo impositivo por los beneficios que a Telefónica. O el mismo coste por sus empleados. Al contrario, bien es sabido que Telefónica tiene asesores fiscales que driblan las normas tributarias y paga menos que un pequeño emprendedor. Según la Agencia Tributaria, el tipo medio del impuesto de sociedades que pagaron en 2016 las grandes empresas del Ibex 35 fue de un 6,14% de la base imponible cuando el resto de empresas lo hizo en un 22,6%.

Hay que pensar que, antes de vender nada, una empresa innovadora tiene que dedicar parte de su plantilla a poner a punto la tecnología y adaptarla a la demanda del mercado. Eso son horas de dedicación. Muchas son perdidas por no encontrar el resultado óptimo que requieren una redefinición de los procesos. Y horas son salarios, impuestos y cotizaciones, es decir, coste. Y encima, en innovación, al ser un producto nuevo, la demanda está muy fragmentada. Aunque después sea escalable, al principio, una solución que funciona en un sector tiene que ponerse a punto en otro, y en otro, y en otro, necesitando más y más horas (y tributos) antes de la primera venta.

Tomeu cuenta su experiencia en Estados Unidos, donde hay una clara apuesta por las start ups. La exigencia impositiva va en consonancia a la evolución de los resultados del negocio. Pocos al principio y acompañando a la empresa en su crecimiento.

No es de extrañar que aquí no surjan Googles, Apples o Microsofts. Puede que nazcan Pages, Brins, Jobs o Gates, pero ninguno llegará a fundar empresas de éxito. O se quedan por el camino o emigran.

Por no hablar de las trabas que supone la burocracia que encuentran en España para realizar cualquier trámite. Ni de la dificultad de poder presentarse a concursos públicos con unos pliegos técnicos que encorsetan las ofertas presentables, excluyendo soluciones innovadoras.

Pero lo peor es la fuerte carga impositiva que acompaña desde el inicio cualquier aventura empresarial. Como bien dice Tomeu: "si quieres manzanas, espera que el árbol crezca y dé muchos frutos. Luego si quieres, te doy la mitad de las pero si quieres la mitad del tallo cuando está creciendo el árbol, lo vas a matar".

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