www.mallorcadiario.com

La ruina de sindicato

jueves 04 de febrero de 2021, 08:33h

Escucha la noticia

Esta semana tuve que ir a ver a mi óptico Alfonso a Carrer de la Llotgeta,

Una pequeña calle de Sindicato, ya que tiene allí su óptica desde hace casi una década.

Desde mi despacho, en la calle Vilanova, hay escasos 5 minutos andando, entre unas callejuelas que antes estaban inundadas de pequeños negocios, bares y locales variopintos, donde antaño, podías encontrar un poco de todo.

Hoy yacen locales vacíos, carteles de se vende o alquila y al llegar a sindicatos, un sinfín de tiendas de chinos, que ofrecen ropa y calzado, todos iguales, sin distinción alguna.

Eso si, su valor diferencial al resto de los pocos negocios que sobreviven, son los precios.

En uno de esos negocios igual te compras unos zapatos, que un sujetador o un paraguas, recordándonos a los antiguos bazares de mercadillos que visitábamos en otros países, cuando todavía podíamos viajar.

¡Qué lejos queda todo esto!, el disfrute de salir de compras, los viajes exquisitos que hacíamos, la otra vida, con otras motivaciones y otras ganas de vivir.

Esa sensación de negocios en quiebra, me produjo una gran tristeza en el alma, ya que me recordó a otros tiempos que no volverán tan fácilmente.

Pero la realidad es que esos nuevos negocios que surgen, con unos costes en personal mucho más bajos, ayudas de nuestros gobiernos y bajo coste de producto, se retroalimentan entre ellos y subsisten de forma mucho más sencilla, que el comercio clásico, quienes al tener que subsistir con impuestos impagables y costes elevados finalmente deben bajar la persiana para no volver a subirla nunca más.

Ahora parece que en breve reabrirán la hostelería, pero como dice algún humorista, el daño ya está hecho, porque no proviene de un año de cierre, sino de unos años donde el pequeño comercio se fue viendo ahogado hasta que ha tenido que quebrar.

Mi memoria al pasear por esta nueva Calle Sindicato, me transportó a varios años atrás, recordando la sensación de frustración y tristeza que sufría una gran mujer que conocí en Capital Federal, Paulina Levinsky, una joyera judía polaca que tuvo que emigrar, tras la segunda guerra mundial, donde después de varios años dirigiendo sus joyerías en el barrio judío, El Once de Buenos Aires, estos negocios fueron absorbidos poco a poco por los chinos y perdiendo, sin duda alguna el carisma y la fortuna del Centro de negocios de la ciudad.

Recuerdo la tristeza en el alma de aquella mujer, mostrándome sus antiguos negocios, reclamando alquileres que le pagaban a duras penas los inquilinos, un mes si y otro no, a sus 80 años, recordando momentos que ya nunca más volvieron en una ciudad decrépita y manipulada por dirigentes corruptos, que habían conseguido arruinar un país muy rico en materia prima y que ya nunca volvió a resurgir desde mediados del siglo XX.

Nunca olvidaré mis paseos con aquella dulce mujer, culta, educada, fuerte, que había conseguido sacar a su familia adelante, tras encontrarse muerto a su marido una mañana en su cama, sin apenas llegar a la cincuentena y que al final de su vida, tenía que seguir luchando para poder vivir en un país desquebrajado y destruido por incompetentes que dejaron morir las grandes fortunas que en el habitaban.

Solo espero que dentro de 20 años no tengamos que decir lo mismo de nuestra preciosa Mallorca y no tengamos que vivir lo que mi querida Paulina, tuvo que vivir, porque tal vez, nuestra alma no tenga la fuerza del alma de esta maravillosa mujer, ni las ganas de luchar, que tiempos de posguerra habían inundado su corazón.

Solo pido a Dios fuerza y valor para soportar los tiempos venideros para todos nosotros y que antes de que nuestros dirigentes conviertan nuestra querida isla en otra reliquia del pasado, podamos recuperar la hegemonía que brilló antaño en la Isla de la Calma.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios