La policía, en un acto del que hay pocos precedentes, ha detenido a un sujeto en Zaragoza, por haber difundido en la red el nuevo disco de Madonna. A mí me parece bien porque la pobre Madonna pierde una parte de su negocio musical si este hombre le roba la exclusividad. Oigan, que me parece bien, que no lo digo como broma. Yo creo que ella, sea como sea, es quien escupe esta música y, por lo tanto, es quien tiene el derecho a beneficiarse económicamente de ello.
Ustedes verán: escribo este artículo porque si bien entendería que esta persona fuera detenida por plagio, por violación de los derechos de autor, o incluso por una apropiación indebida de lo que no es suyo, no entiendo que lo acusen de revelación de secretos. Para mí, los secretos son una cuestión de estado, los que están amparados en la legislación. El asunto de Wikileaks sí que entraría en lo que yo entiendo como esta categoría. ¿Pero cómo una puñetera canción de Madonna puede ser un secreto? ¿Sólo es secreto si quien te lo cuenta es Madonna o también es un secreto que mi vecina está enamorada del vecino del tercero? Si lo cuento, ¿puede venir la policía a detenerme? ¿La policía tiene que perseguir a quien difunda las canciones de Madonna por un motivo tan banal? ¿Y si sus canciones no fueran secretas? Esto es un poco de chiste. ¿O sea que una película que ya esté en el mercado sí se puede difundir porque ya no es secreta?
Tal vez un abogado puede arrojar luz a mis modestas entendederas, pero a mí no me cuadra.
P.D. Por cierto: como profesor, como particular, como lo que quieran, me ratifico en que, aceptando que cabe la posibilidad de que haya algo útil en las redes sociales -estar en contacto con gente situada en lugares alejados, por ejemplo-, yo encuentro inútil su función en un 90 por ciento de los casos. Una forma excelente de perder el día diciendo y escuchando tonterías. Sé lo que digo.
